Por
Armando Maya Castro
La carta que un grupo de amantes
secretas de sacerdotes católicos dirigió al papa Francisco, solicitándole
convertir el celibato sacerdotal en opcional, vuelve a poner en la mesa del
debate un asunto tabú en la iglesia católica, agravado por los casos de
pederastia clerical por parte de clérigos católicos.
En septiembre de 2013 abrió el
debate Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano. Lo hizo al declarar a
un periódico venezolano que el celibato “no es un dogma de la Iglesia”, sino un
precepto que puede ser discutido. Sobre la declaración del número 2 del
Vaticano, escribí: “La declaración de Parolin es cierta: el celibato no es un
dogma, nunca lo ha sido ni creo que llegue a serlo. Si tuviera el carácter de
dogma sería irreformable y, por lo tanto, no podría discutirse. Ahora bien, el
que dicha norma pueda discutirse no significa que el papa esté considerando
abolir el celibato como condición para la ordenación sacerdotal”.
¿Pasó algo después de la
declaración de Parolin? No. Tampoco pasó nada en abril de 2012, cuando un grupo
de sacerdotes católicos de Austria llamó a desobedecer principios de la Iglesia
como el celibato y la prohibición de mujeres en el sacerdocio, lo que motivó
una respuesta firme del entonces papa Benedicto XVI a favor de la milenaria
postura vaticana sobre ambos temas.
El actual papa ya se pronunció
sobre el celibato sacerdotal. Lo hizo en una reunión con obispos africanos, confirmando
ante éstos la posición oficial de la Iglesia sobre el tema.
¿Conserva sin cambio la Iglesia
católica el celibato sacerdotal deseando cumplir un mandato divino?
Definitivamente no, ya que el celibato –como lo saben todos los clérigos
católicos– no fue impuesto como norma a los ministros de la Iglesia primitiva.
En los cuatro evangelios no hay ninguna referencia que indique que Jesús haya
exigido a sus apóstoles la práctica del celibato.
Lo que sí hay son varios textos
que demuestran que los ministros de la Iglesia primitiva nunca practicaron el
celibato: la mayoría de los apóstoles fueron casados, y algunos, como san
Pablo, enseñaron que los aspirantes al obispado y al diaconado debían ser
casados: “Si alguno anhela obispado, buena obra desea. Pero es necesario que el
obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer…” (1 Timoteo 3:1).
Antes de Cristo, a los hombres
que ejercieron el sacerdocio se les ordenó: “Con mujer ramera o infame no se
casarán, ni con mujer repudiada de su marido; porque el sacerdote es santo a su
Dios” (Levítico 21:7). A ninguno de ellos se le impuso como norma el celibato,
sino la obligación de casarse con una mujer virgen.
Si no fue en el siglo I de
nuestra Era, ¿dónde, cuándo y cómo comenzó a desarrollarse el celibato sacerdotal?
Los orígenes de esta norma católica se remontan a los siglos III y IV d.C. Se
declaró obligatorio para los presbíteros, diáconos y clérigos en el concilio de
Elvira, celebrado en el año 306 de nuestra era. Tiempo después (313), el
concilio de Arlés "recomendó" a los sacerdotes no cohabitar con sus
esposas "porque están ocupados en un ministerio cotidiano",
amenazando con deponer del honor clerical a quienes actuaran contra esta
constitución.
El concilio de Nicea, celebrado
en el 325 d. C., también rechazó el celibato. En plena asamblea conciliar,
Pafnucio levantó la voz dirigiéndose a los obispos: "¡No impongamos a los
hombres consagrados un yugo oneroso! También es una cosa honorable que la unión
conyugal y el matrimonio en sí mismo estén exentos de mancha. Cuidemos de no
causar a la Iglesia, mediante este exceso de rigor, más mal que bien. Pues no
todos serán capaces, sin flaquear, de obligarse a dominar sus pasiones, y más de una, entre las esposas
de ésos, verá expuesta, sin duda, su castidad al peligro” (Cf. Historia
eclesiástica (2 vols), 2a ed. revisada, BAC, Madrid 1997. PG 676, 101c, 102cb.).
En el año 386, el papa Siricio
prohibió bajo decreto que los diáconos mantuvieran relaciones sexuales con sus
esposas. En 567, el concilio de Tours prohibió la homosexualidad y ordenó a los
obispos que se abstuvieran de mantener relaciones sexuales. En el siglo VII el
concilio de Toledo “señaló la profesión de castidad de los clérigos como un
acto obligatorio previo a la obtención de la parroquia”. Sin embargo, “la
prohibición del matrimonio de los clérigos no tuvo éxito hasta 1074, cuando
Gregorio VII […] consiguió que los fieles se negasen a asistir a las misas
celebradas por sacerdotes casados”.
Los anteriores datos históricos
demuestran que el celibato sacerdotal es una ley sin sustento bíblico, creada
progresivamente por los papas católicos, quienes tienen la finalidad de
preservar los bienes y propiedades de la Iglesia que, de otro modo, irían a
parar por herencia a manos de esposas e hijos.
Por esta razón, no creo que el
celibato se modifique para satisfacer la demanda de las 26 mujeres que
sostienen relaciones secretas con sacerdotes católicas.
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