lunes, 13 de enero de 2014

LA LEGIÓN: ¿REFORMA O SUPRESIÓN?

Por Armando Maya Castro
La corrupción entre los Legionarios de Cristo no cesó con la muerte de Marcial Maciel Degollado. Muchos de los discípulos de éste han reproducido en sus vidas las impúdicas acciones del fundador de esta congregación, por algo ofrecerán disculpas públicas a los ofendidos. Así como Maciel tuvo en el papa Juan Pablo II a un seguro protector, los nuevos pederastas de la Legión gozan actualmente de la protección de sus superiores, impunidad que no terminará con la refundación de los Legionarios de Cristo
¿Por qué el papa Francisco se ha negado a suprimir la controvertida congregación fundada en 1941 por el sacerdote Marcial Maciel Degollado? ¿Será acaso porque piensa, como varios jerarcas católicos, que los males de la Legión se terminaron con la muerte de su impúdico fundador? O tal vez sea porque los Legionarios de Cristo significan muchos millones de dólares para la Iglesia del papa Francisco, como ha escrito recientemente la periodista Sanjuana Martínez (Sinembargo.mx, enero 13 de 2014).

Estas y muchas otra preguntas sobre la Legión siguen sin tener respuesta. Lo que sí sabemos, y muy bien, es que la supresión de esta poderosísima congregación católica no es una tarea fácil. Y no lo es porque la Legión de Cristo y su institución Regnum Christi cuentan actualmente con 67 mil laicos, 893 sacerdotes y 2 mil 371 seminaristas, la mayor parte de ellos de solvente posición económica. Estos números, pero sobre todo el poder adquisitivo de los integrantes de la Legión, tienen un peso importantísimo para el actual pontífice romano, como lo tuvo también para los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI.

En vez de extinguir a la citada congregación católica, el papa Benedicto XVI ordenó –en mayo de 2010– la reforma de ésta, designando un comisario que guiará su refundación. Para algunos expertos en el tema, la reforma de la Legión no logrará la restructuración de fondo que requiere dicha congregación. Estas voces nos dicen que todo quedará en simple maquillaje, es decir en pequeños cambios y ajustes superficiales.

El pasado 7 de enero, Bernardo Barranco, sociólogo y especialista en religión, opinó sobre la refundación de los Legionarios en entrevista concedida al espacio informativo “Atando Cabos” (Radio Fórmula): “Aquí la prueba indudable es si hay una refundación, se requiere no una reingeniería, sino se requiere disolver lo que existe y construir algo nuevo, si no, son pequeños ajustes que nos mostrarán que el poderío de los Legionarios sigue ahí presente”.

¿Se erige algo nuevo y moralmente bueno cuando es evidente que los Legionarios de Cristo siguen mintiendo como mintió Marcial Maciel a lo largo de su vida? Alguien se preguntará: ¿cuáles son las pruebas de que mienten? Veámoslo. Hace algunas semanas, los Legionarios de Cristo reconocieron públicamente que en los últimos 18 años, 35 de sus sacerdotes recibieron acusaciones de haber cometido abusos sexuales contra menores, y nueve de esos curas fueron hallados culpables.
Sanjuana Martínez, luego de asegurar que “las víctimas de abusos sexuales [de los Legionarios] superan el centenar”, se pregunta: “¿Por qué el informe no contiene los nombres de los sacerdotes pederastas y el camino de impunidad que siguieron gracias a la protección que les brindó la Legión de Cristo? ¿Por qué esos 9 encontrados culpables no fueron puestos a disposición de la justicia? ¿Por qué no pagan la reparación del daño a las víctimas?” (Sinembargo.mx, enero 13 de 2014).

El problema es que los pederastas de la Legión fueron juzgados por la justicia canónica, que históricamente ha tratado estos delitos como si fueran pecados que se solucionan a través de confesiones y de penitencias impuestas en el confesionario. En anteriores columnas he señalado que este “modus operandi” sólo ha logrado que crezca el deterioro de la Iglesia católica y que los crímenes de los Legionarios permanezcan impunes, como sucedió con los múltiples delitos cometidos por el sicópata Marcial Maciel.

Velasio de Palois, delegado pontificio para la renovación de los Legionarios, nos dice ahora que –con sentido penitencial– los miembros de la controvertida congregación se preparan para reconocer públicamente su responsabilidad y pedir perdón a los afectados por los abusos cometidos en el pasado.

Estará de acuerdo conmigo, estimado lector, que un “mea culpa” público no es suficiente si no se denuncia ante las autoridades civiles a los pederastas que siguieron el disoluto ejemplo de Maciel. Tampoco será suficiente si el papa Francisco persiste en su afán de canonizar a Juan Pablo II, el papa que sostuvo una estrecha relación con el michoacano Marcial Maciel, situándolo muy cerca de su persona en algunas de las visitas que realizó a México durante su pontificado, "además de concederle cargos eclesiásticos de principal relevancia, como el de consultor permanente de la Congregación para el Clero.


Canonizar a Juan Pablo II sería tanto como aplaudir las acciones criminales del protegido de éste. Entiendo perfectamente bien que los actos pederastas los perpetró Maciel, no el papa Juan Pablo II. Sin embargo, nadie puede negar la responsabilidad de Karol Wojtyla, quien protegió y honró al legionario mayor, logrando que éste delincuente con sotana eludiera a lo largo de su vida la acción de la justicia. 


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