Por Armando Maya Castro
Por
primera vez en la historia, una delegación vaticana fue sometida a un
interrogatorio sobre los casos de pederastia clerical por parte de un comité de
18 expertos de la ONU, quienes esperaban que el Vaticano ofreciera información veraz,
concreta y detallada sobre los abusos sexuales que han cometido miles de
clérigos católicos en diversas partes del mundo.
La
feligresía católica esperaba también mucho más de esta comparecencia que diversos
analistas han calificado sin precedente en la historia del catolicismo;
esperaba que el Vaticano se sincerara y reconociera ante el Comité de los
Derechos del Niño sus fallas en lo que concierne al manejo de los casos de pederastia
clerical.
Lamentablemente
esto no ocurrió, ya que los delegados del Vaticano se limitaron a reconocer la
existencia de abusadores entre los miembros del clero y demás personal de la
Iglesia, como “se encuentran entre los miembros de las profesiones más
respetadas del mundo”, aseguró monseñor Silvano Tomasi, quien también señaló
que “estos crímenes no puede
justificarse nunca, ya sean cometidos en el hogar, en las escuelas, en la
comunidad, en el ambiente de los deportes, o las organizaciones y estructuras
religiosas” (ACI Prensa, 16/01/2014).
La
delegación vaticana faltó a la verdad en varios aspectos. No dijo la verdad
cuando aseveró que jamás se ha negado “a escuchar con atención a las víctimas de
abuso y abordar el impacto que tales situaciones tienen en las víctimas de
abuso y de sus familias”. Habrá que recordarle a Tomasi que en marzo de 2012 el
papa Benedicto XVI, de visita en Guanajuato, no quiso escuchar a un grupo de
víctimas de curas pederastas.
Los
delegados vaticanos mintieron también cuando señalaron que las diócesis y
congregaciones religiosas no rinden cuentas al Vaticano sobre los abusos
sexuales, sino que “los crímenes atroces de abusos cometidos contra los niños
han sido juzgados y castigados, como es debido, por las autoridades competentes
en los respectivos países”.
Esto
“no es cierto”, asegura de modo categórico Elio Masferrer Kan, quien se refiere
a la existencia de “un documento firmado por el Papa Juan XXIII y el Card.
Ottaviani (16/03/1962) ordenando la secrecía de los casos de abusos sexuales a
la justicia civil bajo pena de excomunión mayor. Esta instrucción fue girada a
todas las instancias organizativas de la Iglesia Católica, informando al Santo
Oficio para que éste tome las medidas pertinentes. La Santa Sede tiene la
información sobre abusos sexuales y no quiere reconocerlo ni divulgarlos” (El Universal, 17/01/2014).
Y
en más sobre el tema, conviene recordar que el papa Juan Pablo II, en un motu
proprio (Sacramentorum Sanctitatis tutela, del 30 de abril de 2001), estableció
que los delitos contra la moral –entre ellos el abuso sexual a menores– son
competencia exclusiva de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en ese
tiempo dirigida por el entonces cardenal Joseph Ratzinger. El escritor Pepe
Rodríguez afirma que esa normativa papal exigía “a todos los prelados y
superiores de órdenes religiosas que todos los casos de abuso sexual del clero,
sin excepción, [debían] ser comunicados y/o remitidos en secreto al Vaticano,
que [reservaba] a su Tribunal ad hoc de la Congregación para la Doctrina de la
Fe la exclusividad de conocer y decidir, en última instancia, sobre estas
conductas delictivas” (Pepe Rodríguez, Pederastia en la Iglesia católica,
Barcelona, Ediciones B, 2002, p. 327).
Al
negar información detallada sobre qué hace la Iglesia católica cuando uno de
sus sacerdotes es acusado de abusos sexuales, el Vaticano dejó ir una gran oportunidad,
demostrando así que el pretendido cambio de la Iglesia católica –pregonado a
diestra y siniestra por el papa Francisco– no es más que discurso, disertación,
retórica.
Por
último, me interesa celebrar que la ONU, atendiendo el clamor de las víctimas,
haya sometido a interrogatorio al Vaticano. Estoy seguro que la intervención de
esta organización coadyuvará a la disminución de los casos de pederastia
clerical, lo que se traducirá, con toda seguridad, en menos dolor para los
niños y niñas del mundo.
La humanidad espera que el Vaticano atienda el llamado
del Comité de los Derechos del Niño en el sentido de abrir sus archivos para que
se conozca toda la verdad en materia de abusos sexuales perpetrados por
sacerdotes en distintos países del mundo. La petición de Kirsten Sandberg,
presidenta del comité, está sobre la mesa, y se ha hecho porque la ONU sabe lo
que todos nosotros sabemos muy bien, que los casos de pederastia clerical que
han sido denunciados “son sólo la punta del iceberg”.
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