Por Armando Maya Castro
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¿Qué métodos pensará emplear el papa Francisco para intentar que los católicos que se han ido con los evangélicos vuelvan a la Iglesia católica? |
Las actividades y el
discurso del papa Francisco en Brasil evidenciaron que en su pontificado buscará
contener el éxodo de católicos a otras religiones y lograr el retorno de que quienes
han abandonado la Iglesia católica.
Jorge Mario Bergoglio, que
lamenta la deserción de católicos en ese país sudamericano, está convencido que
aún es posible el retorno de los evangélicos al catolicismo. Este pensamiento
lo impulsó a pedir a los obispos que reflexionen “por qué miles de católicos
han abandonado la Iglesia [católica] para afiliarse a congregaciones
protestantes y pentecostales, que han crecido exponencialmente, particularmente
en las favelas”.
Al referirse a los motivos
del declive católico, el pontífice argentino expresó: “A veces perdemos fieles
porque no comprenden lo que estamos diciendo, porque hemos olvidado el lenguaje
de lo simple e importamos un intelectualismo extraño a nuestro pueblo”.
Antes de ascender a la silla
papal, Joseph Ratzinger se refirió a este tema en los siguientes términos: “El
declive de la Iglesia que vivimos es en buena medida debido a las rupturas
espirituales, la desorientación y la desmoralización". Aunque el alemán no
mencionó en ese tiempo los desatinos doctrinales ni los escándalos financieros
y de abuso sexual asociados a la Iglesia católica, lo cierto es que estas desviaciones
han sido la principal causa de la severa crisis por la que atraviesa la Iglesia
romana.
En su libro El gato en la sacristía, el escritor
Francisco Pérez de Antón, de origen español y nacionalizado guatemalteco en
1965, nos regala "un largo catálogo de causas que han venido cortando los
lazos de la sociedad con los ministros de la Iglesia católica". Para el
citado autor, además de las causas mencionadas por Ratzinger, el declive
católico ha sido atribuido "al vertiginoso cambio experimentado por la
conciencia humana a raíz de la Segunda Guerra Mundial. Al inexorable avance del
humanismo secular, debido a la revolución bolchevique, primero, y a la
capitalista, después. Al abaratamiento de los viajes y a las migraciones masivas
que han venido rompiendo los estados monoculturales y los ha transformado
lentamente en territorios de múltiples credos. A la revolución tecnológica y
científica que, a partir de los años cincuenta, difunde una teoría del cosmos
muy distinta a la sustentada por el credo católico. A la sociedad de consumo,
por su propensión al hedonismo y su falta de tiempo para asistir a los ritos. Y
por último, aunque no menos importante, a la evolución y desarrollo de la
biología molecular, las computadoras, los nuevos medios de información, la
medicina y algunas profesiones subsitutas de las funciones tradicionales de la
Iglesia, como el siquiatra o el asistente social”.
Las señales del decremento en
cuestión se manifiestan de diversas maneras, entre ellas las siguientes: en la
disminución de la población que afirma ser católica; en la constante
declinación del número de sacerdotes, prueba irrefutable de la crisis
vocacional que afecta a la Iglesia romana; en el notorio distanciamiento de las
prácticas morales sancionadas por el catolicismo, (comportamiento sexual,
anticoncepción, aborto, divorcios, etcétera), en la disminución del número de
practicantes en ceremonias como la misa y la práctica de los sacramentos.
Pérez de Antón, tras hablar
de homosexualidad y pederastia clerical, así como de las penas insignificantes
–por no decir inexistentes– que por mucho tiempo se “impusieron” a los
sacerdotes pedófilos, se pregunta: “¿A quién le puede extrañar, vistos los
hechos, el creciente desafecto de los fieles, la falta de asistencia a los
templos, la migración a otras religiones y el declive del catolicismo en todo
el mundo?".
El papa está resuelto a
buscar a quienes abandonaron la fe católica. Así lo indica su llamado a los
sacerdotes y el mensaje que dirigió a los jóvenes que se reunieron en la pasada
Jornada Mundial de la Juventud. Tan decidido está, que en su estancia en Brasil
acudió a un templo evangélico de la comunidad de Varginha, en el Complejo de
Manguinhos. En ese lugar, el papa rezó con el pastor y los miembros de la
Iglesia Asambleas de Dios, según informó el portavoz del Vaticano, Federico
Lombardi.
No es la primera vez que el
papado procura el retorno de quienes han abandonado la fe católica. En el siglo
XII, diversos predicadores católicos intentaron frenar el crecimiento de los
albigenses y volverlos al “redil”. Vanos resultaron los esfuerzos que en 1145
realizó Bernardo de Claraval, quien arribó al Languedoc convencido de que
persuadiría a los cátaros. Para lograrlo, organizó una misa en Albi, en donde
reunió únicamente a diez personas. En Verfeil tuvo llenó total, aunque las
personas que asistieron lo hicieron para increpar su predicación. Infructuosos
fueron también los esfuerzos que seis décadas después realizó Domingo de Guzmán
en el mismo lugar. Tras estos fallidos intentos, el papa Inocencio III ordenó
la sangrienta cruzada contra los albigenses. El objetivo: reducir mediante el
uso de la fuerza el crecimiento cátaro. La humanidad espera que la empresa de Bergoglio
no contemple acciones intolerantes en contra de la comunidad evangélica. Por
nada del mundo debemos permitir que algo así vuelva a suceder.