jueves, 2 de mayo de 2013

JUÁREZ Y LOS POLÍTICOS DE HOY



 Por Armando Maya Castro
México necesita políticos de la estatura moral, intelectual y republicana que tuvo Don Benito Juárez


La transmisión de valores morales es fundamental para la formación integral de nuestros hijos. Nadie en su sano juicio puede estar en contra de que los ministros de culto realicen este trabajo en las iglesias, y que los padres de familia hagan lo propio en sus hogares. 

El problema es que, desde hace tiempo, la jerarquía católica y los grupos conservadores de México desean que esta labor se realice en las escuelas públicas, espacios creados para la buena convivencia de la población estudiantil, en un marco de respeto de las creencias, costumbres y actos de los alumnos.

La estrategia del clero es hacerle creer a la sociedad que la educación religiosa es una demanda popular, algo que es absolutamente falso. Diversos sondeos y encuestas han demostrado que los mexicanos, incluso los que pertenecen a la Iglesia católica, prefieren que la enseñanza religiosa se dé en el seno familiar y no en las escuelas públicas. 

Es el clero y los grupos de derecha quienes pretenden el retorno triunfal de la educación confesional a las escuelas oficiales. En dicha empresa, la Iglesia católica no está sola, cuenta con el apoyo de innumerables políticos del Partido Acción Nacional y de servidores públicos que militan en otros organismos políticos. 

Algunos de ellos, de manera sagaz, afirman ser partidarios de la educación laica, llegando a ponderar en sus discursos las bondades de ésta. Sostienen en público que este modelo de educación es lo más sano para la vida de una nación plural y democrática como México. Lamentablemente, son de esa clase de políticos que un día dicen una cosa y al otro día lo contrario.

Tal es el caso de muchos diputados que, tras haber prometido que votarían en contra de la reforma del artículo 24 constitucional, terminaron aprobándola. Unos, por seguir la línea de la cúpula partidista; otros, por satisfacer las demandas de poder y privilegios de la Iglesia católica, que es la institución interesada en la citada modificación legislativa.

Lo cierto es que a lo largo del proceso de reforma del artículo 24 constitucional, sólo algunos de ellos se atrevieron a ser como Benito Juárez, un hombre de Estado, “a quien no le importó su imagen temporal sino el destino de un país, de acuerdo con sus propias convicciones ideológicas”. Al hacer esto, refiere el investigador Roberto Blancarte, “no se preocupó por lo que opinaban los monarcas europeos, el Papa o incluso sus amigos liberales cuando le pedían algo (como el perdón para Maximiliano) que pudiera comprometer el futuro de la nación”.

La figura del Benemérito de las Américas se agiganta al observar a esos legisladores que son condescendientes con las demandas clericales, y a esa clase gobernante que se rinde a los pies de un poder extranjero, dispuesto a satisfacer las exigencias de éste. Juárez y los ilustres hombres de la Reforma no pertenecían a esta clase de políticos; lo demostraron al legarnos las Leyes de Reforma, sin las cuales en nuestro país no existiría la separación del Estado y las Iglesias. Sin ellas, afirma Blancarte, “no habría libertad de cultos, ni tolerancia, ni pluralidad religiosa reconocida; el clero sería todavía dueño de la mayor parte de la riqueza nacional; no habría registro civil y por lo tanto quienes no fueran católicos no podrían registrar sus nacimientos; no habría el matrimonio como contrato civil y tampoco el divorcio…”. 

Si Juárez hubiera procedido como muchos de los políticos de nuestro tiempo, el fuero eclesiástico –que impedía a los tribunales civiles juzgar a los delincuentes del clero– seguiría vigente; la educación laica no existiría y, en consecuencia, la instrucción religiosa seguiría fanatizando a niños y niñas en los establecimientos de educación pública. 

Juárez pudo haber actuado como Antonio López de Santa Anna y haber recibido, como este dictador, la veneración y bendición del clero. Si el Benemérito hubiera procedido como este hombre, que se hizo llamar a sí mismo Su Alteza Serenísima, tenga usted la seguridad, amable lector, de que el Estado confesional seguiría vigente, y de que no tendríamos un Estado laico como el que ahora tenemos, que ha demostrado ser el mejor garante de las libertades ciudadanas, incluidas las de culto, de creencias, de pensamiento y de prensa.

Este extraordinario político y hombre de Estado no sólo enorgullece a los mexicanos, sino a toda América Latina. Por algo el Congreso de los Estados Unidos de Colombia publicó, el 2 de mayo de 1865, un decreto por el que se declara que el ciudadano Benito Juárez ha merecido bien de la América por su constancia en defender la libertad e independencia de México. A 148 años de este decreto, estará de acuerdo conmigo que en nuestro país se necesitan más hombres que tengan la estatura moral, intelectual y republicana que tuvo Juárez.

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