jueves, 9 de mayo de 2013

CUANDO LAS ARMAS NACIONALES SE CUBRIERON DE GLORIA





 Por Armando Maya Castro
Foto México Desconocido
El pasado domingo se conmemoraron 151 años del histórico triunfo del Ejército mexicano sobre las fuerzas invasoras francesas. En esta gesta, que tuvo lugar el 5 de mayo de 1862, y que en la historia de México se conoce como la “Batalla de Puebla”, las armas nacionales se cubrieron de gloria. 

Hoy, a poco más de siglo y medio de este suceso, conviene recordar que el 17 de julio de 1861 la crisis económica obligó al gobierno de Benito Juárez a decretar la suspensión por dos años del pago de la deuda externa. México le debía a Inglaterra $ 82.316,290.85, a Francia se le debían $69.994,542.54 y a España $9.460,986.29. El decreto juarista no agradó a estas tres naciones, quienes se aliaron para exigirle a México el pago de la deuda.

En la Convención de Londres, celebrada el 31 de octubre de ese año, Francia, España e Inglaterra resolvieron enviar tropas a nuestro país, arribando a Veracruz entre el 17 de diciembre de 1861 y el 8 de enero de 1862. Fue en el poblado de la Soledad, cercano al puerto de Veracruz, donde la negociación diplomática del gobierno juarista logró la firma de los Tratados de la Soledad: españoles e ingleses aceptaron esperar por los pagos y se retiraron reconociendo al gobierno de Juárez. 

Los franceses, que tenían otras aspiraciones, desconocieron los tratados antes mencionados y le declararon la guerra al gobierno republicano. Se ciñeron al punto cuarto del convenio de la Soledad que establecía lo siguiente: “En caso de ruptura de las negociaciones, las fuerzas aliadas desocuparán las poblaciones mencionadas (Córdoba, Orizaba y Tehuacán) y volverían a colocarse en la línea de fortificaciones cerca de Veracruz”. 

El 6 de marzo de ese año llegó a Veracruz el general francés Charles Ferdinand Latrille, conde de Lorencez, enviado por Napoleón III con refuerzos para apoyar a las tropas francesas que habían llegado previamente. Arribó también el conservador “mexicano” Juan Nepomuceno Almonte, enemigo de Juárez y cuyo objetivo era concretar una invasión e imponer una monarquía aliada de Francia. Esta empresa tenía el respaldo de la Iglesia católica, cuyo poder ideológico sobre la población era omnímodo. “El argumento por parte de los jerarcas religiosos fue que la intervención francesa sería la salvación para la religión perseguida por el gobierno republicano",  subraya Sergio Orlando Gómez.

Las hostilidades entre mexicanos y franceses comenzaron en abril de 1862. Con la finalidad de apoderarse de la capital de la República, el ejército dirigido por el conde de Lorencez derrotó a las tropas mexicanas en Orizaba. Tras esta victoria, los franceses, que contaban con el apoyo del clero mexicano, se dirigieron a la ciudad de Puebla, defendida por el General Ignacio Zaragoza Seguín, quien contaba con un ejército de menos de 4 mil hombres provenientes de diversos estados de la República. 

La madrugada de aquel 5 de mayo, Zaragoza arengó así a sus soldados: "Nuestros enemigos son los primeros soldados del mundo, pero vosotros sois los primeros hijos de México y os quieren arrebatar vuestra patria. Soldados: leo en vuestras frentes la victoria… viva la independencia nacional, viva la patria”.

Ese día, gracias al talento y buen planteamiento táctico de Zaragoza, los mexicanos derrotaron al ejército invasor, el más prestigiado del mundo en aquel tiempo. Por la tarde, casi al término de las hostilidades, Zaragoza envió un telegrama al Ministro de Guerra informándole que las armas del supremo gobierno se habían cubierto de gloria.

Algunos autores señalan que en la Batalla de Puebla fue determinante la participación de los zacapoaxtlas, versión que es considerada por Paco Ignacio Taibo II como un “mito de buena fe”. Esto es lo que al respecto sostiene el escritor y periodista que se desempeña actualmente como secretario de Arte y Cultura del Comité Ejecutivo Nacional de Morena: “Se ha dicho que el Sexto Batallón de la Guardia Nacional ‘Cazadores de las Montañas de Tetela de Ocampo’ estaba integrado por gente de Zacapoaxtla, aunque sólo uno de sus miembros era oriundo de ese municipio, que también era conservador y estaba del lado de los franceses”. 

Lo que no es un mito es el admirable valor y sentido del deber que desplegaron nuestros soldados al enfrentar al poderoso ejército invasor. Todos ellos son, como anotó el presidente Peña Nieto, “ejemplo permanente y gran inspiración para afrontar los retos de nuestro tiempo”. Los otros mexicanos, cuya deslealtad los colocó del lado del enemigo, sólo merecen ser condenados al más profundo de los olvidos. 


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