Por Armando Maya Castro
Los jerarcas católicos han desconocido siempre las bondades de la educación laica, a la que han calificado exenta de valores |
En
diversas ocasiones, los altos jerarcas del catolicismo han solicitado a las
autoridades mexicanas incluir la educación religiosa en las escuelas públicas.
En enero de 2011 lo hizo el ahora arzobispo emérito José Guadalupe Martín
Rábago, quien señaló que la decisión no corresponde a una entidad, sino que
debía darse paso a una reforma constitucional. Se pensaba, desde entonces, en
la reforma del artículo 24 constitucional.
En
ese tiempo, el gobernador guanajuatense Juan Manuel Oliva, pese a lo que establece
el artículo tercero de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos, le tomó la palabra al prelado leonés para analizar dicha propuesta.
En
sus declaraciones, Martín Rábago invocó el derecho a la libertad religiosa de
los padres de familia en los siguientes términos: “No se trata de que la
Iglesia católica esté pidiendo que le entreguen la educación. Se trata más bien
de reconocer el derecho de los padres de familia, ellos son los primeros
responsables de la educación de sus hijos”.
Años
atrás (febrero de 2008), Carlos Aguiar Retes, faltando a la verdad, señaló que
las iglesias en México están excluidas y marginadas de muchos espacios públicos
porque no existe, dijo, libertad religiosa. Esta supuesta marginación y
exclusión no corresponden a la realidad de las iglesias establecidas en México,
quienes tienen plena libertad para llevar a cabo su actividad cultual, tanto
dentro como fuera de los templos.
En
el marco de esas declaraciones, la CEM propuso cambiar el término “libertad de
culto” (planteado en el artículo 24 constitucional) por el de “libertad
religiosa”, por ser, en la opinión del citado prelado, un concepto más amplio y
respetuoso de los derechos humanos.
La
Cámara de Diputados satisfizo la demanda episcopal el 15 de diciembre de 2011.
Ese día, en una accidentada sesión, las bancadas del PRI y PAN avalaron la
reforma del artículo 24 constitucional, que permite la realización de actos de
culto en espacios públicos sin dar aviso a la Secretaría de Gobernación, lo que
incluye la difusión de ceremonias religiosas en medios masivos de comunicación
y la impartición de educación religiosa en las escuelas públicas.
En
diversas ocasiones he señalado que nuestra Carta Magna no prohíbe la educación
religiosa, que es elemental para la formación de nuestros hijos. Prohíbe, eso
sí, que esta educación se imparta en las escuelas públicas, espacios que
responden a la diversidad religiosa del alumnado y que contribuyen a hacer
realidad la aspiración democrática de nuestra nación. El Estado puede y debe
educar, pero tiene que hacerlo respetando las diferentes creencias religiosas
de los alumnos, sin privilegiar a una Iglesia en particular.
Desde
hace 150 años, la intención del clero es recuperar el monopolio educativo que
comenzó a estar en riesgo años después de consumada la independencia de México.
Para Silvia González Marín, el primer impulsor de la educación laica y popular
fue José María Luis Mora, quien proponía la destrucción del monopolio educativo
del clero mediante el establecimiento de
nuevos criterios pedagógicos.
El
artículo tercero de la Constitución de 1857 confirmó la libertad de enseñanza y
consagró, por tanto, “esta primera forma de laicismo, o sea, la supresión del
monopolio educativo del clero”. Ernesto Meneses Morales refiere que “el segundo
sentido más estricto apareció en la república restaurada con Juárez: la escuela
laica, además de ser independiente de las autoridades eclesiásticas, se
abstiene de impartir enseñanza religiosa de cualquier credo”.
El
10 de diciembre de 1874, el presidente Lerdo de Tejada suprimió la enseñanza
religiosa en las escuelas públicas y estableció, mediante decreto, la enseñanza
laica, que fue una aspiración de los liberales desde el inicio del México
independiente. Este decreto, afirma Meneses Morales, “prohíbe la enseñanza
religiosa y las prácticas de cualquier culto en todos los establecimientos de
la federación, de los estados y de los municipios”.
A
pesar de estos ordenamientos tan valiosos para la vida de México, las
autoridades clericales y algunos grupos conservadores insisten en el retorno de
la educación confesional a las escuelas públicas. Me queda claro que ellos
seguirán presionando e insistiendo en el tema, pero nosotros tenemos el deber
de preservar intacta la educación laica, cuyos valores y principios son
esenciales para mantener lejos de las escuelas públicas el flagelo de la
discriminación religiosa.
hehe hola ☻☻
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