Por Armando Maya Castro
A pesar de las denuncias en contra de Marcial Maciel, Juan Pablo II le permitió seguir en su cargo como máximo jerarca de los Legionarios de Cristo hasta el 19 de mayo de 2006 |
El desfalco de 60
millones de dólares en agravio de una viuda anciana, por parte de los
Legionarios de Cristo, ha desatado una batalla legal que involucra a la citada congregación
católica en un nuevo escándalo. El centro de la demanda es el testamento en el
que Gabrielle Mee cede su fortuna a la Legión. Mary Lou Dauray, sobrina de Mee,
sostiene que su tía fue persuadida de manera impropia a cambiar sus
fideicomisos y testamento, y donar su dinero a los “líderes religiosos que
operaban en forma «dudosa» y en la «clandestinidad»”.
El 15 de septiembre de
2012, el juez Michael Silverstein, del tribunal superior de Rhode Island, falló
a favor de los Legionarios de Cristo al resolver que Dauray no tenía injerencia
en el caso y, en consecuencia, no podía demandar. Sin embargo, encontró
evidencias de que la anciana Mee fue coaccionada para heredar su fortuna a la
organización fundada por Marcial Maciel Degollado en 1941.
Esta arbitrariedad es
una más en la historia repulsiva de Maciel, quien a lo largo de su vida
practicó la pederastia y el consumo de drogas, fomentó la mentira, la intriga y
la simulación. Bernardo Barranco, en el prólogo del libro “La voluntad de no
saber; lo que sí se conocía sobre Maciel en los archivos secretos del Vaticano
desde 1944”, señala que estas prácticas “fueron arropadas por la institución
religiosa más importante del mundo contemporáneo: la Iglesia católica”.
Por cierto esta obra,
escrita por José Barba, Alberto Athié y Fernando M. González, fue lanzada a la
venta en plena visita de Benedicto XVI a nuestro país. El principal mérito de
este libro, nos dice el prologuista del mismo, es que evidencia documentalmente
que el Vaticano ha mentido al decirle a la opinión pública que desconocía el
comportamiento criminal de Maciel.
¿Influyó este asunto
en la decisión del papa Benedicto XVI de renunciar a su pontificado? De acuerdo
con un reportaje de Rachel Donadio, publicado en The New York Times, los
escándalos provocados por el fundador de los Legionarios de Cristo terminaron
por empujar a Benedicto XVI, en su única visita a México, hacia la renuncia: ''Fue
en su viaje a México y Cuba –en marzo 2012–, empañado por el escándalo, que
parece que finalmente convenció a Benedicto XVI a considerar la idea de hacerse
a un lado, comentaron funcionarios del Vaticano''.
Aunque algunos
jerarcas católicos de México han defendido mediáticamente la forma en que Joseph
Ratzinger enfrentó el problema de la pederastia clerical, el rotativo
neoyorkino señala que durante la visita papal a nuestro país, “grupos de
víctimas y otros abogados organizaron conferencias de prensa y otros eventos
para llamar la atención a lo que ellos veían como una mancha negra de la
Iglesia en abusos sexuales, aunque Benedicto XVI, cuando era jefe oficial de doctrina, había abierto la
investigación contra el padre Maciel”.
El propio Joseph
Ratzinger sabe que como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe no
hizo lo suficiente para frenar las acciones criminales y dañinas de Maciel. Así
lo reconoció en el desarrollo de una entrevista que le hizo el periodista Peter
Seewald para el libro “La luz del mundo”: “Hemos actuado con mucha lentitud y
gran retraso. En alguna forma, la historia estaba bien tapada y sólo a partir
de 2000 hemos comenzado a tener pruebas”.
Respecto a la
anterior declaración, conviene preguntarnos: ¿por qué no ahondó Juan Pablo II
en las investigaciones en torno al caso Maciel en los últimos cinco años de su
pontificado? ¿Por qué permitieron que este depredador sexual siguiera en su
cargo como máximo jerarca de la Legión hasta el 19 de mayo de 2006, fecha en
que el Vaticano ordenó a Maciel abstenerse de ejercer su ministerio públicamente
para llevar “una vida de oración y penitencia”?
Siendo objetivos, la inacción
que admite Benedicto XVI no se limita únicamente a los más de 26 años en que Juan
Pablo II dirigió a la Iglesia católica; abarca también el pontificado de los cuatro
papas que le antecedieron: Juan Pablo I, Pablo VI, Juan XXIII y Pío XII.
Ratzinger se marcha el
próximo 28 de febrero y de esa manera se libra de elevar a los altares a Juan
Pablo II, un hombre que ha sido considerado como el más encubridor de los
últimos papas, que nunca hizo lo que se debía para propiciar el enjuiciamiento de
miles de clérigos pederastas. En vez de ello, Karol Wojtyla mantuvo una
legislación canónica que obligaba a encubrir y perdonar la pederastia de
clérigos como Marcial Maciel, un sacerdote que, pese a que destrozó la vida de
varios menores de edad, mantuvo una estrecha amistad con el futuro santo de la
Iglesia católica.
@armayacastro
No hay comentarios:
Publicar un comentario