Por Armando Maya Castro
El pasado 19 de diciembre se
cumplieron 450 años de la derrota de los protestantes a manos de los católicos,
en el marco de las llamadas Guerras de Religión. Esto sucedió en Dreux, en 1562,
año en que la Iglesia católica desencadenó la primera de ocho guerras de
religión, en el transcurso de los cuales fueron asesinados decenas de miles de
protestantes.
Encarcelados por sus convicciones |
El 24 de agosto de 1572,
tuvo lugar en París la masacre conocida como la “Noche de San Bartolomé”, en la
que miles de protestantes franceses, incluidos los principales líderes de
éstos, fueron asesinados bárbaramente. Esta terrible matanza, que se extendió
rápidamente a lo largo y ancho de Francia, marca el inicio de la cuarta guerra
de religión.
La “Historia General del
Cristianismo, del Siglo I al Siglo XXI", escrita por John Fletcher y
Alfonso Ropero, refiere así los pormenores de esta masacre: “Asesinaron a
sangre fría al almirante Coligny, guerrero intrépido y hugonote firme, y por una
ventana arrojaron su cuerpo al patio. Durante siete días con sus noches, corrió
por las calles la sangre de los protestantes; fuera de la capital, la matanza
fue súbita y horrorosa; las aguas del Loire y del Ródano se tiñeron de la
sangre y se pusieron espesas con los cadáveres de las innumerables víctimas. En
centros de persecución se convirtieron las ciudades de Meaux, Orleáns, Bourges,
Lyón, Rouen, Tolosa y Burdeos. Perecieron a fuego y espada por lo menos treinta
mil hugonotes”.
Acciones como estas terminaron
debilitando considerablemente al protestantismo francés, pero no lo aniquilaron.
Tampoco pudieron librar a Francia de la influencia protestante, como pretendía
la Iglesia católica de la época. Lograron, eso sí, prolongar aquellas
persecuciones hasta abril de 1598, fecha en que el rey Enrique IV promulgó el
Edicto de Nantes, garantizando mediante el mismo cierto grado de libertad
religiosa.
La
promulgación de este importante decreto, que ha pasado a la historia como el
Edicto de Tolerancia de Nantes, tuvo lugar durante el pontificado del último
papa de la contrarreforma: Clemente VIII. Este documento –que concedía parcial
libertad religiosa a los protestantes y que ponía fin a las guerras entre éstos
y los católicos– jamás gozó de la aceptación de las autoridades de la Iglesia
católica. Clemente VIII lo desaprobó, calificándolo como “la cosa más maldita del mundo”.
Es
justo reconocer que, a partir de la proclamación del mencionado edicto, “se
hicieron muchas concesiones a los protestantes, que, además de la libertad de
conciencia, gozaban de libertad de culto. En el plano jurídico, una amnistía
devolvió a los protestantes todos sus derechos civiles. En el aspecto político,
tenían derecho a desempeñar todos los empleos y a formular advertencias u
observaciones (remontrances) al rey”. Estas permisiones no pusieron fin a la
persecución ni a las limitaciones que había para los protestantes
franceses, cuyos cultos no podían celebrarse en cualquier parte, sino sólo en
determinados pueblos y en los suburbios de las ciudades. ¿Podía llamarse a esto
plena libertad religiosa?
En
1629, el cardenal de Richelieu, Armand Jean du Plessis, secretario del rey Luis
XIII, anuló las formalidades políticas del edicto. De esta forma se privaba de
nueva cuenta a los hugonotes (calvinistas franceses) de sus derechos políticos.
Lo más grave ocurrió en 1685, año en que el rey Luis XIV revocó el edicto completamente,
“pensando” que ya no quedaban protestantes en Francia.
Esto
sucedió en el pasado –afirman muchos católicos en defensa de su Iglesia–, ahora
nada de eso sucede. Aunque no se quiera admitir, en la actualidad los
evangélicos siguen siendo perseguidos todavía por causa de su fe. Hace dos días,
un importante diario de circulación nacional publicó un lamentable caso de
intolerancia religiosa en la nota titulada “Católicos retienen a 30 evangélicos
en Hidalgo”. Se trata del atropello a los derechos humanos de un grupo de
personas que, por razón de sus convicciones religiosas, se niegan a cooperar para las fiestas patronales
y la realización de diversas faenas.
Es
lamentable que casos como el de Huejutla, en los que se secuestra y priva de la
libertad a un grupo de personas adultas y ancianos, las autoridades de la Segob
opten por privilegiar la vía del diálogo y la conciliación, pasando por alto
que se trata de delitos que merecen ser sancionados con todo el peso de la ley.
Ojalá que la nueva administración federal esté a la altura de las
circunstancias y sancione con rigor estos casos de intolerancia religiosa,
poniendo fin a este tipo de impunidad.
@armayacastro
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