Por Armando Maya Castro
Hoy en día, cumplir 50
años de matrimonio no es una tarea fácil. Muchas parejas han logrado cumplirlos,
pero sin conseguir durante esa cantidad de años una relación estable, pletórica
de amor y recíproca comprensión y entendimiento. El matrimonio formado por el
Apóstol de Jesucristo, Hermano Samuel Joaquín Flores, y la hermana Eva García
ha transitado a lo largo de cinco décadas por distintas etapas, demostrando en
cada una de ellas la sólida relación que existe entre ambos.
Esta admirable historia
de amor comenzó en el año 1961, en vida aún del Apóstol Aarón Joaquín González.
Le tocó a este varón, justamente, ser testigo de la espiritualidad y santidad
de vida de ambos jóvenes, quienes sostuvieron una relación de noviazgo ordenada,
conforme a la disciplina cristiana, convirtiéndose en un modelo para decenas de
miles de jóvenes que son miembros de la Iglesia La Luz del Mundo.
Consientes de la
responsabilidad que implica ingresar a la vida matrimonial, el hermano Samuel Joaquín
y la hermana Eva resolvieron unir sus vidas con el propósito de vivir como una
sola carne hasta la muerte. Su proyecto de vida matrimonial no comprendía cincuenta
años, pues la doctrina apostólica les dejó bien claro a ambos que el
matrimonio, por su condición de indisoluble, es para toda la vida. El jueves 17
de mayo de 1962, el Hermano Aarón los unió en santo matrimonio, acto en que los
fieles de Guadalajara honraron y desearon todo género de bendiciones a la feliz
pareja.
Antes de unirse en
matrimonio, el Hermano Samuel Joaquín colaboró en el Ministerio, entregando lo
mejor de sí a la predicación del Evangelio. Como ministro en las Iglesias de
Veracruz y Tepic, dio muestras de honestidad, sencillez y responsabilidad en el
servicio, pastoreando con amor a las almas que el Maestro Aarón Joaquín ponía bajo
su resguardo y dirección. Digno de reconocimiento es, asimismo, el esfuerzo,
entrega y espiritualidad que la señorita Eva García mostró antes de desposarse
con el hermano Samuel Joaquín, etapa en la que se distinguió por su piedad y
buenas obras.
Ya casados, el Hermano
Aarón los envió a pastorear a la Iglesia establecida en el puerto de Veracruz, donde
ambos estuvieron a la altura de la confianza depositada en ellos. El hermano
Samuel Joaquín apacentó con amor y evidente vocación las almas puestas bajo su
cuidado, contando en todo momento con la valiosa ayuda de su fiel compañera,
quien siguió siendo la mujer íntegra y sencilla que había sido siempre. En esa
Iglesia, y posteriormente en la de Tepic, Nayarit, dejaron constancia de su
trabajo desinteresado, virtudes y buenas obras, aspectos que fueron de grande
ayuda para la Iglesia del Señor, y de entera satisfacción para el Hermano Aarón
Joaquín.
El 9
de junio de 1964, tras 38 años de fecundo trabajo apostólico, el hermano Aarón Joaquín
fue llamado por Dios al descanso eterno. Simultáneamente, Dios manifestó a los fieles
congregados en Guadalajara, que el hombre que por decisión y elección suya
dirigiría los destinos de su Iglesia sería el hermano Samuel Joaquín. De esa
manera Dios le otorgó al Apóstol Samuel Joaquín el gobierno espiritual de su
Iglesia, a la que ha llevado siempre de triunfo en triunfo.
Este
suceso no desubicó a la ejemplar pareja, quien siguió procediendo con
sencillez, esforzándose en todo, siempre con el propósito de agradar a Dios. La
hermana Eva continuó trabajando con amor y denuedo bajo las directrices del
Apóstol de Jesucristo, a quien reconoció desde el momento mismo de su
llamamiento como el Enviado de Dios. El Hermano Samuel Joaquín, por su parte, se
dedicó sin tregua ni reserva a la predicación del Evangelio.
En ese marco de felicidad, amor y
mutua comprensión, Dios empezó a bendecir a su matrimonio con hijos e hijas:
Benjamín, Azael, Rahel, Naasón, Betzabé, Uzziel y Atlaí, a quienes lograron instruir
en la disciplina y amonestación del Señor. En todos ellos, así como en sus
demás descendientes, lograron forjar –con sus consejos y ejemplo– hombres y
mujeres temerosos de Dios, cuyo servicio y recto proceder en la Obra del Señor gozan
del reconocimiento de la Iglesia del Señor y de los integrantes del Cuerpo
Ministerial. A lo largo de sus 50 años de feliz matrimonio, la vida y
enseñanzas de ambos han marcado ya a cuatro generaciones.
Siguiendo el inmaculado ejemplo
del Apóstol de Jesucristo, la hermana Eva consagró sus fuerzas a brindar ayuda
constante a los que menos tienen. Con admirable amor, ha alargado su mano generosa
al pobre y al menesteroso, dando consuelo a los afligidos, y enormes satisfacciones
al Enviado de Dios.
Cinco décadas han transcurrido, y los
que han estado cerca de ellos a lo largo de ese tiempo, son testigos de la
excepcionalidad del matrimonio que hoy celebra sus bodas de oro. Un matrimonio donde
convergen virtudes como la lealtad, el amor y el entendimiento, por citar sólo
algunas; virtudes que han sido y seguirán siendo el sello que distingue a este
matrimonio como una pareja excepcional.
La Iglesia La Luz del Mundo,
presente en 48 naciones de los cinco continente, se congratuló el pasado jueves
17 de mayo en tan emotivo acontecimiento, elevando sus plegarias para que el
Altísimo Dios siga bendiciendo al Apóstol de Jesucristo y a su fiel compañera,
así como a su hermosa descendencia. ¡Felices bodas de oro!
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