Por Armando Maya Castro
En la actualidad, el aniversario de la independencia
de México es una de las festividades cívicas y populares más importantes y
coloridas del año. Se celebra el 16 de septiembre de cada año, puesto que en la
madrugada de un día como ese, pero de 1810, el entonces cura Miguel Hidalgo y
Costilla pronunció el “grito” que ha pasado a la historia como el comienzo de
la independencia mexicana, movimiento que buscó liberar a los mexicanos del
yugo de servidumbre impuesto por los españoles durante los trescientos años del
virreinato de la Nueva España.
A lo largo de septiembre, llamado también
el Mes de la Patria, las calles y avenidas de los pueblos y ciudades de nuestro
país se cubren de luces, gallardetes y adornos tricolores alusivos a la bandera
nacional. En los autos y fachadas de un sinnúmero de casas se aprecian banderas
y banderines, así como otros adornos alusivos a las celebraciones patrias.
¿Son estas acciones prueba suficiente de
patriotismo y amor por la patria? No necesariamente, pues patriotismo es mucho
más que banderas, banderines y adornos patrios; es el valor que nos da el
respeto y amor que le debemos a México, y la manera de demostrarlo es a través nuestro trabajo y de
nuestra diaria contribución al bienestar común.
Pero volviendo al tema de las fiestas
patrias, ¿sabe usted cuándo comenzó esta celebración, que en la mayoría de los
pueblos es acompañada con la tradicional verbena popular? Para responder a esta
interrogante me remontaré al 16 de septiembre de 1812, fecha en que se celebró
por vez primera el Grito de Independencia, dado por el General Ignacio López Rayón
y Andrés Quintana Roo en el Chapitel, un edificio de dos plantas, con una
puerta y un balcón hacia la plaza principal de Huichapan, Hidalgo.
Un año después (1813), José María Morelos y
Pavón presentó al Congreso de Chilpancingo los Sentimientos de la Nación, uno de los documentos de mayor
importancia para la historia constitucional de México. En él, el Siervo de la
Nación propuso “que igualmente se solemnice el día 16 de septiembre todos los
años, como el día aniversario en que se levantó la voz de la independencia y
nuestra santa libertad comenzó, pues en ese día se abrieron los labios de la
Nación para reclamar sus derechos y empuñó la espada para ser oída” (Artículo
23).
Con la
consumación de la independencia, que tuvo lugar el 27 de septiembre de 1821, comenzaron
a darse los primeros pasos para oficializar la celebración de la gesta
independentista. Un decreto del Congreso, emitido el 27 de noviembre de 1823,
declaró al 16 de septiembre fiesta nacional; sin embargo, fue hasta 1825 cuando
por primera vez tomó el carácter de fiesta nacional el 16 de septiembre: el gobernador
del Distrito Federal emitió un bando que fue conocido como el Legajo de Fiestas, en el que se sugería
adornar "las calles y balcones con cortinas, flámulas y gallardetes",
además de iluminar las casas y calles.
A
pesar de que la Iglesia católica se opuso férreamente al movimiento
independentista, al grado de excomulgar a Hidalgo, Morelos y demás insurgentes,
acusándoles de herejes, ladrones, ignorantes y sacrílegos, en las celebraciones
patrias acostumbraba celebrar una misa solemne en la Basílica de Guadalupe por
los héroes muertos, refiere el cronista e historiador Luis González Obregón.
En el
México confesional de aquellos tiempos, se emitían documentos que involucraban
a la Iglesia católica en las celebraciones patrias. Uno de ellos fue la Gaceta que se publicó en el fuerte de
Jaujilla, junto a Zacapu, Michoacán, en septiembre de 1817. En ella apareció la
siguiente prevención: “Cuidarán los comandantes generales y particulares que en
todas las parroquias de sus departamentos se celebre el 29 del presente con Te Deum y misa de gracias en memoria de
S.A. Serenísima el señor don Miguel Hidalgo y Costilla. Los comandantes por su
parte solemnizarán este día con todos los honores militares y los subdelegados
dispondrán la iluminación por todas las calles" (Gaceta Extraordinaria del Gobierno Mexicano en las Provincias del
Poniente, 16 de septiembre de 1817).
La
costumbre de celebrar misas durante las celebraciones patrias llegó a su fin con
la promulgación de las Leyes de Reforma, que proclamaron la separación de los
negocios civiles y eclesiásticos, la libertad de cultos, el establecimiento del
registro civil, la secularización de los cementerios y reducción de los días de
festividad religiosa.
El
objetivo de esta celebración, que cumple con lo estipulado por la ley que rige
el uso de los símbolos patrios, es preservar el recuerdo del día que comenzó la
gesta heroica en la que participaron no sólo las figuras históricas conocidas
en México y el mundo, sino también indígenas, criollos, mestizos y negros, hombres
y mujeres cuya lucha buscaba terminar con la terrible injusticia social que
imperó en el México virreinal.
Twitter: @armayacastro
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