Por Armando Maya Castro
Aunque se trabaja para eliminar el término "secta" de los ordenamientos jurídicos mexicanos, existen varios códigos civiles estatales que aún emplean dicha palabra |
El pasado 4 de septiembre, Felipe
Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de las Casas, escribió un texto titulado
“¿Iglesia autorreferencial?”. En el artículo, el prelado chiapaneco señaló: “Hay
creyentes que se inconforman y nos expresan su rechazo cuando en las
catequesis, en los grupos de reflexión, en las homilías, hacemos referencia a
situaciones reales que vive el pueblo. Dicen que eso ya no es palabra de Dios,
sino pura política. Insisten en que no se traten esos asuntos en la Iglesia.
Algunos, por ello, se van a las SECTAS, porque en algunas solo se canta, se
alaba a Dios, se aplaude, se lee la Biblia con un sentido espiritualista…” (El Sol de México, 4 de septiembre de
2014).
Arizmendi Esquivel, como muchos otros
clérigos católicos, siguen utilizando el término "secta" para
referirse a las minorías religiosas. Lo utiliza a pesar de que el pasado 28 de
julio el papa Francisco instó a los católicos a acabar con el uso de la palabra
"secta" para referirse a las iglesias protestantes: “Es una tentación
decir: ‘yo soy la Iglesia y tú la secta’. Jesús rezó por la unidad. El Espíritu
Santo hace la diversidad en la Iglesia. Él hace la diversidad. Pero después el
mismo Espíritu Santo hace la unidad y la Iglesia es una diversidad. Una diversidad
reconciliada por el Espíritu Santo”, señaló el argentino Jorge Mario Bergoglio el
día en que, en nombre de los católicos del mundo, pidió perdón a los
evangélicos por las persecuciones en su contra (Milenio, 28 de julio de 2014).
Como líder de opinión, el obispo sancristobalense
debería conocer los avances que se han dado en México en materia de combate a
la intolerancia religiosa, a partir de la supresión del término “secta” de
algunos ordenamientos jurídicos; debería saber, asimismo, que el Código Federal
de Instituciones y Procedimientos Electorales (Cofipe) quitó el término
peyorativo en cuestión de los artículos 25, 38, 49 y 268, y que actualmente se trabaja
para eliminar esa palabra discriminatoria de varios Códigos Civiles de las
Entidades Federativas del país, muchos de los cuales datan de los años 30 y 40
del siglo XX, una época marcada con el sello de la intolerancia religiosa.
El uso de términos discriminatorios en
nuestra legislación contraviene el carácter laico del Estado Mexicano, además
de violentar el principio de igualdad jurídica de las asociaciones religiosas.
Si todas las iglesias son iguales ante la ley en derechos y obligaciones, según
establece al artículo 6° de la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público, no
tendría por qué llamarse a unas iglesias y a otras sectas.
El obispo Felipe Arizmendi sabe
perfectamente bien que la palabra “secta” es utilizada para descalificar la pluralidad
religiosa; sabe que el término en cuestión ha adquirido en el léxico popular
una connotación peyorativa, de burla y menosprecio, que rompe con la armonía
social que debe caracterizar a toda sociedad civilizada. Faltaría a la verdad
si el prelado dijera que no sabe que dicho vocablo se emplea para denostar a
los grupos religiosos minoritarios.
Es lamentable que, con tantos avances
legislativos en la lucha orientada a fortalecer el Estado laico y a erradicar de
nuestro entorno la discriminación y la intolerancia religiosa, haya periodistas
e investigadores que al escribir sobre las minorías religiosas utilicen la
palabra “secta” para designarlos, ignorando que dicho término incita al
linchamiento moral y al desprecio público. Pero si es grave que dicha expresión
aparezca en la boca y pluma de los comunicadores, lo es mucho más en la pluma
del obispo que está al frente de una de las diócesis católicas más fructíferas
en casos de intolerancia religiosa.
La intolerancia y discriminación por
motivos religiosos, denunciada en el ámbito internacional como un flagelo
social a cuya cuenta se abonan millones de víctimas, no debe ser alimentada por
expresiones que promueven el odio y el rencor. Tenemos ante nosotros la
oportunidad de abonar a la paz, erradicando de nuestro léxico los adjetivos que
tienen una connotación claramente negativa, y que no hacen otra cosa que alterar
la convivencia armónica que sólo puede darse durante la vigencia de un Estado
laico; una convivencia que debe tener como bases sólidas el respeto a la
diversidad y a los derechos humanos.
Twitter: @armayacastro
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