domingo, 7 de octubre de 2012

VIOLENCIA, CONSECUENCIA DE LA PÉRDIDA DE VALORES

Por Armando Maya Castro



En la actualidad, la violencia se halla presente casi en todas partes. La encontramos en las telenovelas mexicanas y en las extranjeras; en las películas producidas en México, como en aquellas que se producen en otras naciones. En muchas de ellas, la violencia y el terror son modas imperantes imposibles de evitar, nos dice Marcelino Bisbal.

Por desgracia, la violencia ha llegado también a las escuelas, espacios donde el bullying se ha convertido en un verdadero azote y en el terror de innumerables alumnos. El siguiente dato, proporcionado por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, describe lo que pasa en nuestras escuelas: en México, tres de cada 10 estudiantes de primaria han sufrido alguna agresión física por parte de un compañero.

La violencia afecta a personajes famosos, cuya celebridad y popularidad es del dominio público, pero también perjudica a personas sencillas, como es el caso de los migrantes en tránsito por México, quienes han sido objeto de ataques violentos en repetidas ocasiones. Estos eventos, hay que decirlo, han sido favorecidos por la corrupción, la complicidad y la impunidad imperantes en el país.

Ni los funcionarios públicos, ni los familiares de éstos escapan a la violencia en la que nos encontramos atrapados. Las acciones del Estado mexicano en contra de las actividades delictivas de los cárteles de la droga, ha ocasionado que estos grupos criminales tomen violentas represalias contra algunos funcionarios públicos y personas dedicadas a la política. Hay quienes piensan que el asesinato de José Eduardo Moreira, hijo del ex gobernador de Coahuila, Humberto Moreira, pudo haber sido por represalias orquestadas por la delincuencia organizada. 

Es evidente que quienes sufren con mayor severidad los efectos de la violencia y la inseguridad son los ciudadanos comunes y corrientes, los que con su trabajo diario y honesto construyen la grandeza de nuestro país.

Las calles son, con toda seguridad, los sitios donde la violencia genera mayores estragos a través de robos, asaltos, secuestros y asesinatos. La violencia nos persigue y aparece en los cruces viales, topes y semáforos, ocasionando no sólo la perdida de nuestros bienes, sino también enormes daños físicos y sicológicos. Aparece de noche y de día, en parques, callejones y estacionamientos solitarios.

Es triste decirlo, pero la violencia se ha convertido en parte de nuestro diario vivir; nos acostamos y nos despertamos escuchando noticias de asesinatos, secuestros, violaciones, levantones, desapariciones y demás cosas impregnadas por la violencia que se da en nuestro diario acontecer. Con ese tipo de noticias nos acostamos y con ellas nos levantamos. 

Lo verdaderamente grave es que nos hemos acostumbrado tanto a ver ese tipo de noticias que hemos perdido la capacidad de reacción. No la hay, al menos que el asesinado, secuestrado o desaparecido tenga alguna relación de parentesco o cercanía con nosotros.

Esta barbarie va en aumento y parece no tener fin, al menos no lo tendrá en la presente administración. Las autoridades federales nos dicen todos los días que la guerra contra el crimen organizado es para brindarnos seguridad; sin embargo, la desilusión se torna mayúscula entre los mexicanos cuando vemos que los esfuerzos de las autoridades no garantizan debidamente nuestra seguridad.

Permítame, estimado lector, hacer la siguiente reflexión: nos quejamos de la violencia y de la descomposición moral que la genera, que esto debería ser razón suficiente para aborrecer la violencia y erradicarla de nuestro entorno. Pero en vez de ello, se observa con tristeza que la violencia se ha introducido poco a poco en nuestros hogares, perjudicando de diversas maneras a los nuestros. 

Me refiero, desde luego, a la violencia familiar o doméstica, que tiene lugar entre los miembros de una familia, pudiendo ocasionar severos daños físicos y sicológicos a quien la padece. Me refiero también a la violencia de género, esa que es ejercida por quien es o ha sido el compañero sentimental de una mujer, a quien daña física y sicológicamente al intentar someterla o controlarla.

Admitámoslo: la sociedad de nuestro tiempo se halla inmersa en un proceso de progresiva pérdida de valores. Esto puede remediarse únicamente en el hogar, con un trabajo de instrucción responsable por parte de nosotros, los padres de familia. Me refiero, evidentemente, al fomento de valores tales como el respeto, la honestidad, la no violencia, la solidaridad, etcétera. Es tiempo que tomemos la decisión de hacer lo necesario para erradicar de nuestro entorno la violencia en cualquiera de sus manifestaciones.


Twitter: @armayacastro

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