Por Armando Maya Castro
Foto: esteesmimundobyme.blogspot.fr |
Si no podemos poner fin
ahora a nuestras diferencias, por lo menos podemos ayudar a que el mundo sea un
lugar seguro en medio de tantas diferencias.
John F. Kennedy
El Informe sobre Libertad
Religiosa en el Mundo 2012 (ILR), presentado por la fundación católica “Ayuda a
la Iglesia Necesitada”, denuncia la problemática situación que se vive en
aquellos países cuya constitución declara una religión oficial que no deja espacio
a otras creencias.
Nuestro país ya vivió esa dolorosa
y amarga experiencia en el pasado, cuando las constituciones confesionales que
estuvieron vigentes en el México post independiente otorgaban privilegios
exclusivos a la Iglesia católica e impedían el establecimiento de otros
movimientos religiosos en territorio mexicano. Las constituciones de ese tiempo
establecieron la intolerancia religiosa al adoptar al catolicismo romano como
credo oficial y único permitido en México.
En aquella época, los
clérigos del romanismo guardaron silencio porque los únicos beneficiados eran
ellos. No hubo voces de la Iglesia católica que protestaran contra dichas
constituciones, como lo hacen actualmente en los 90 países donde los católicos
son perseguidos o sufren discriminación, según el informe en comento.
La Iglesia católica tiene
todo el derecho de denunciar la creciente presión pública que ejerce sobre los
no musulmanes la ley anti-blasfemia en Pakistan, la cual regula las ofensas
contra el Corán o Mahoma e impone cadena perpetua o pena muerte a los
infractores. La Iglesia católica tiene el derecho de protestar, asimismo, por la
presión de extremistas islámicos en países africanos como Kenia, Malí, Nigeria y Chad. Si los derechos
de los católicos son violentados en esas naciones, su deber será denunciar y procurar
el cese de dichos atropellos.
Lo que no se vale ni es justo
de su parte es que las autoridades clericales protesten en los países
musulmanes donde son minoría, y guarden silencio en las naciones donde los
católicos, aprovechando que son mayoría, perpetran actos de discriminación e
intolerancia en agravio de las minorías religiosas.
Al analizar el caso
específico de México, en el informe que nos ocupa, no encontré mención ni
denuncia alguna de los numerosos casos de intolerancia religiosa que con
frecuencia se producen en nuestro país, particularmente en la región de Los
Altos de Chiapas. Nada se dice en dicho documento sobre las persecuciones y expulsiones
que han tenido lugar en San Juan Chamula, el municipio más prolífico en casos
de intolerancia, con un saldo cercano a los 40 mil expulsados, y cientos de niños
evangélicos sin acceso a las escuelas públicas.
La intolerancia religiosa en
esa entidad de la República mexicana es real e innegable, más allá de que el
obispo de San Cristóbal de las Casas haya declarado en cierta ocasión que “en
Chiapas no hay guerra religiosa, sino divisiones por la tierra, por los
partidos, por las organizaciones y otras cuestiones ideológicas”.
Es importante mencionar que
lo que sucede en Chiapas en materia de intolerancia religiosa se ha dado
también en las zonas rurales de Oaxaca, Guerrero, Hidalgo y Jalisco, donde los
miembros de las comunidades evangélicas han sido perseguidos violentamente por causa
de su fe.
Soy de la opinión que los seres
humanos podemos y debemos construir un mundo libre de fundamentalismos y exento
de violencia religiosa; un mundo donde el respeto a lo diverso y a los derechos
humanos nos permita erradicar el horror de los conflictos y el flagelo de la
intolerancia religiosa, lo que nos permitiría convivir en paz y armonía.
Difiero de quienes piensan
que la construcción de un mundo en paz y libre de intolerancia solo puede
lograrse suprimiendo las diferencias de fe. Estoy convencido que los seres
humanos, por más esfuerzos que realicemos, no lograremos suprimir jamás
nuestras diferencias; lo que sí podemos y debemos hacer es aprovecharlas para aprender
a vivir con respeto y armonía frente a la diversidad.
@Armayacastro
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