Por Armando Maya Castro
Cruzadas e inquisición, pasajes vergonzosos de la historia del catolicismo |
El fanatismo no es privativo
de una sola religión. A excepción del cristianismo, en su etapa primitiva y de
restauración, prácticamente la mayoría de las tradiciones religiosas han
inspirado actos irracionales de intolerancia, odio y violencia, tales como las masacres
de las cruzadas, los autos de fe de la inquisición, las guerras de religión,
etcétera.
Nadie puede negar que el
fanatismo religioso –originado por la mentalidad de que la herejía y el error no
tienen derecho a existir– inspiró en el pasado barbaridades como las cruzadas
de los católicos contra los infieles, y ha llevado a los musulmanes a lanzar “yihads”
o guerras santas contra los no islámicos.
En los últimos días, diversas
voces han condenado las reacciones violentas de los islamitas por el video “La
inocencia de los musulmanes”, el cual ridiculiza al profeta Mahoma, fundador
del Islam, “la más joven de las grandes religiones vivas, y la tercera religión
monoteísta luego del Judaísmo y del Cristianismo"; otros han condenado el
filme que promueve la intolerancia religiosa, promocionado por Terry Jones, un
pastor de una Iglesia de Florida con antecedentes antimusulmanes: en 2011 llevó
a cabo un tribunal público y quemó un ejemplar del Corán, desatando
innumerables protestas en el mundo árabe.
Nadie en su sano juicio
puede aprobar o justificar el asesinato del embajador estadounidense en Libia,
ni los violentos ataques musulmanes a diversas embajadas y consulados de
Estados Unidos desde Libia a Pakistán; pero tampoco podemos ponderar la
producción de una película que representa al profeta Mahoma como un hombre
tonto y sediento de poder.
El peligroso fundamentalismo de algunos grupos islámicos |
La Organización de las Naciones
Unidas (ONU) –creada al término de la segunda guerra mundial con el propósito
de mantener la paz y la seguridad en el mundo– condenó las numerosas y fanáticas
manifestaciones que han tenido lugar en los países árabes. Vannina Maestracci, una
de las portavoces del citado organismo, dio a conocer que [Ban Ki-moon]
“condena el odioso filme que aparenta haber sido hecho deliberadamente para
sembrar fanatismo y derramamiento de sangre”. Agregó que “en este tiempo de
tensiones creciente, el secretario general pide calma y moderación, y subraya
la necesidad de diálogo, respeto mutuo y entendimiento”.
Hillary Clinton, por su
parte, deslindó a los Estados Unidos de la película ofensiva, señalando que su
país no tiene “absolutamente nada que ver”, y pidió a los “líderes
responsables” frenar la violencia contra las embajadas y consulados
estadounidenses. La secretaria de Estado de la Unión Americana reprobó “La
inocencia de los musulmanes”, filme que calificó como “repugnante y
reprensible”.
En su reciente viaje al
Líbano, el papa Benedicto XVI –sin referirse a la película antimusulmán y a la
violencia que ésta ha desencadenado en los países que profesan el islamismo–
hizo un llamado a “erradicar el fundamentalismo religioso”, al que llamó una
amenaza mortal, que “aflige las comunidades religiosas y rechaza la convivencia
secular que caracterizan a países como el Líbano “.
A muchos les ha parecido correcto
el discurso que el papa pronunció en el Líbano, pidiendo el fin del integrismo y
de la intolerancia religiosa. Algunas de estas personas se han preguntado, al
mismo tiempo, lo siguiente: ¿por qué no pide lo mismo en los países donde los
católicos son mayoría, como es el caso de México y Brasil? ¿Por qué cuando vino
a Guanajuato no pidió a los católicos tradicionalistas de Chiapas respetar la
diversidad religiosa existente en ese estado de la República mexicana? A los
evangélicos de Chiapas y de todo México les hubiera gustado escuchar la condena
del papa a la intolerancia practicada por los católicos establecidos en las
comunidades de Los Altos de Chiapas.
La humanidad espera que las
mayorías –judías, católicas o musulmanas– respeten los derechos religiosos de las
minorías, tal como lo establece el artículo 18 de la Declaración Universal de
los Derechos Humanos, que a la letra dice: “Toda persona tiene derecho a la
libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la
libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de
manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en
público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la
observancia”.
El día que las religiones
del mundo cumplan y respeten este importantísimo instrumento jurídico
internacional, empezaremos a erradicar de nuestro entorno la amenaza de
persecuciones, conflictos y represiones por motivos religiosos.
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