jueves, 20 de septiembre de 2012

LA GRAVEDAD DEL FANATISMO RELIGIOSO


Por Armando Maya Castro

Cruzadas e inquisición, pasajes vergonzosos de la historia del catolicismo 

El fanatismo no es privativo de una sola religión. A excepción del cristianismo, en su etapa primitiva y de restauración, prácticamente la mayoría de las tradiciones religiosas han inspirado actos irracionales de intolerancia, odio y violencia, tales como las masacres de las cruzadas, los autos de fe de la inquisición, las guerras de religión, etcétera.

Nadie puede negar que el fanatismo religioso –originado por la mentalidad de que la herejía y el error no tienen derecho a existir– inspiró en el pasado barbaridades como las cruzadas de los católicos contra los infieles, y ha llevado a los musulmanes a lanzar “yihads” o guerras santas contra los no islámicos.

En los últimos días, diversas voces han condenado las reacciones violentas de los islamitas por el video “La inocencia de los musulmanes”, el cual ridiculiza al profeta Mahoma, fundador del Islam, “la más joven de las grandes religiones vivas, y la tercera religión monoteísta luego del Judaísmo y del Cristianismo"; otros han condenado el filme que promueve la intolerancia religiosa, promocionado por Terry Jones, un pastor de una Iglesia de Florida con antecedentes antimusulmanes: en 2011 llevó a cabo un tribunal público y quemó un ejemplar del Corán, desatando innumerables protestas en el mundo árabe.

Nadie en su sano juicio puede aprobar o justificar el asesinato del embajador estadounidense en Libia, ni los violentos ataques musulmanes a diversas embajadas y consulados de Estados Unidos desde Libia a Pakistán; pero tampoco podemos ponderar la producción de una película que representa al profeta Mahoma como un hombre tonto y sediento de poder.

El peligroso fundamentalismo de algunos grupos islámicos

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) –creada al término de la segunda guerra mundial con el propósito de mantener la paz y la seguridad en el mundo– condenó las numerosas y fanáticas manifestaciones que han tenido lugar en los países árabes. Vannina Maestracci, una de las portavoces del citado organismo, dio a conocer que [Ban Ki-moon] “condena el odioso filme que aparenta haber sido hecho deliberadamente para sembrar fanatismo y derramamiento de sangre”. Agregó que “en este tiempo de tensiones creciente, el secretario general pide calma y moderación, y subraya la necesidad de diálogo, respeto mutuo y entendimiento”.

Hillary Clinton, por su parte, deslindó a los Estados Unidos de la película ofensiva, señalando que su país no tiene “absolutamente nada que ver”, y pidió a los “líderes responsables” frenar la violencia contra las embajadas y consulados estadounidenses. La secretaria de Estado de la Unión Americana reprobó “La inocencia de los musulmanes”, filme que calificó como “repugnante y reprensible”.

En su reciente viaje al Líbano, el papa Benedicto XVI –sin referirse a la película antimusulmán y a la violencia que ésta ha desencadenado en los países que profesan el islamismo­– hizo un llamado a “erradicar el fundamentalismo religioso”, al que llamó una amenaza mortal, que “aflige las comunidades religiosas y rechaza la convivencia secular que caracterizan a países como el Líbano “.

A muchos les ha parecido correcto el discurso que el papa pronunció en el Líbano, pidiendo el fin del integrismo y de la intolerancia religiosa. Algunas de estas personas se han preguntado, al mismo tiempo, lo siguiente: ¿por qué no pide lo mismo en los países donde los católicos son mayoría, como es el caso de México y Brasil? ¿Por qué cuando vino a Guanajuato no pidió a los católicos tradicionalistas de Chiapas respetar la diversidad religiosa existente en ese estado de la República mexicana? A los evangélicos de Chiapas y de todo México les hubiera gustado escuchar la condena del papa a la intolerancia practicada por los católicos establecidos en las comunidades de Los Altos de Chiapas.

La humanidad espera que las mayorías –judías, católicas o musulmanas– respeten los derechos religiosos de las minorías, tal como lo establece el artículo 18 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que a la letra dice: “Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia”.

El día que las religiones del mundo cumplan y respeten este importantísimo instrumento jurídico internacional, empezaremos a erradicar de nuestro entorno la amenaza de persecuciones, conflictos y represiones por motivos religiosos.  

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