jueves, 14 de agosto de 2014

LA SANTA CENA, UNA SOLEMNIDAD ESPERADA

Por Armando Maya Castro

La tarde-noche de este día, más de 300 mil fieles de la Iglesia del Dios Vivo, Columna y Apoyo de la Verdad La Luz del Mundo participarán de la Santa Cena, una celebración que ha sido ansiosamente esperada por los asistentes a la Santa Convocación 2014, así como por cientos de miles de miembros de esta comunidad que, por distintos motivos y circunstancias, no pudieron viajar a la colonia Hermosa Provincia de la ciudad de Guadalajara, Jalisco.

La actividad de esta tarde comenzará con el servicio de adoración más especial del año, al término del cual la autoridad apostólica bendecirá el pan y el vino y lo pondrá en las manos de los ministros que han sido autorizados para administrar los sacramentos a los fieles de la Iglesia. Serán ellos quienes impartirán los elementos bendecidos a los hombres y mujeres que el Apóstol de Jesucristo Samuel Joaquín Flores invitó a la Santa Convocación, la festividad más solemne de esta Asociación Religiosa.

Los fieles de la Iglesia La Luz del Mundo, conscientes de lo que implica participar de la Santa Cena, se han preparado espiritualmente con muchas semanas de anticipación. Los pastores de las iglesias dispersas por todo el mundo instruyeron en tiempo y forma a los fieles que el Apóstol de Dios ha puesto bajo su cuidado, proporcionándoles edificantes consejos, y disponiendo en sus congregaciones actividades como consagraciones, reconciliaciones, avivamientos, etcétera. El propósito de todas y cada una de estas acciones: lograr la preparación espiritual deseada para ser dignos participantes de la Mesa del Señor.

La epístola apostólica, fechada el 21 de julio de 2014, contribuyó de manera importante a la preparación espiritual del Cuerpo de Cristo. En esa carta, el Enviado de Dios demandó de las familias esparcidas por el mundo un esfuerzo para que en cada hogar cristiano resplandezca la elección, lo que implica un comportamiento digno e íntegro, a la altura de las expectativas de Dios.

Desde antes de viajar a Guadalajara, los convidados a la Santa Cena se propusieron cumplir la voluntad de Dios expresada en las Sagradas Escrituras y en la reciente carta del Apóstol de Jesucristo, procurando que en sus vidas resplandeciese la elección. Su comportamiento en la ciudad de Guadalajara ha sido en la misma dirección, siendo ayudados por los edificantes consejos que se han impartido en las diversas sedes del evento.

Con la llegada del 14 de agosto crece la alegría y el fervor espiritual se incrementa. Estas experiencias, acompañadas de la reflexión, de la necesidad de perdón, y del arrepentimiento, le dan al día de hoy un sabor único e inigualable. ¿Pero, cuál es la razón de ese regocijo, de esas vivencias, de esas emociones? El júbilo no lo produce la reunión multitudinaria que tendrá lugar la tarde de hoy en las sedes del evento, tampoco la bella decoración del templo sede internacional, sino la paz espiritual que la oración de misericordia proporcionará a los creyentes.

La Cena de hoy será de recuerdos, de remembranzas, pero también de vivencias. Cristo será recordado esta noche, pero también estará presente en la reunión, impartiendo bendiciones espirituales a raudal. Y es que la solemnidad de este día, más que apuntar a lo histórico, es la fiesta del ahora, en donde no sólo se evocan los logros de Cristo en la cruz, sino que se disfruta de su presencia y de las bendiciones prometidas.

En el artículo de hoy vuelvo a plantear la pregunta de años anteriores: “¿De qué serviría que se evocara lo realizado por Cristo en el siglo I de nuestra Era, si en nuestros días no se obtuviera de aquel sacrificio ningún beneficio espiritual?”  Por ello repito: la Santa Cena es mucho más que remembranzas; es disfrutar esos beneficios y participar de la fortaleza que el Pan de Vida proporciona a las almas.

La razón por la que los fieles de la Iglesia le conceden tanta importancia a la Santa Cena se debe a que el Señor Jesucristo la instituyó y la ordenó con autoridad divina. Se le da también especial valor porque es un acto sublime, que posibilita la comunión con Dios y la comunión de los fieles entre sí. Así lo enseñó el Apóstol San Pablo cuando dijo a la Iglesia establecida en la ciudad de Corinto: “Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan” (1ª Corintios 10:17).

Al participar de los elementos bendecidos con potestad apostólica, los fieles de la Iglesia renovarán sus fuerzas y proclamarán una vez más su gloriosa fe en Jesucristo, el Ser que murió para unir a las familias en torno a los altos valores del Evangelio: amor, fe, paz y fraternidad.


Twitter: @armayacastro

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