Armando Maya Castro
“¡Lástima que la humanidad haya tenido que conquistar el principio de libertad religiosa por medio de baños de sangre y sobre montones de ruinas!” Con esta severa frase, Félix Benlliure Andrieux concluye sus reflexiones sobre las sangrientas guerras de religión en su libro Los Hugonotes: Un Camino de Sangre y Lágrimas.
Aunque el enunciado de Benlliure describe los esfuerzos por alcanzar la libertad religiosa en el tiempo de las llamadas Guerras de Religión –ocho periodos sanguinarios que se iniciaron el 1 de marzo de 1562 y concluyeron el 2 de mayo de 1598 con el tratado de Vervins–, lo cierto es que hasta el día de hoy no se puede hablar de dicho principio como una conquista, sino como una aspiración. La libertad religiosa conquistada por los protestantes calvinistas de Francia al término de aquellas guerras fue parcial.
No se puede hablar de plena libertad religiosa cuando existen en nuestro tiempo grupos y personas que siguen luchando para que se respeten sus convicciones. El pasado 7 de febrero, Barack Obama, consciente de las constantes violaciones a esta libertad fundamental, se refirió al tema durante la celebración anual del Desayuno Nacional de Oración. En dicho evento, el presidente de Estados Unidos criticó a los países que no respetan el derecho a profesar una religión, como es el caso de China, Birmania, Nigeria, Sudán y Sudán del Sur. Señaló que al retorno de Birmania a la comunidad internacional dependerá “del respeto a las libertades básicas, incluidas las de cristianos y musulmanes”. Sobre el caso Nigeria, donde los bombardeos contra iglesias católicas han dejado cientos de muertos y heridos, el mandatario estadounidense dijo que sus mezquitas e iglesias "merecen" estar en paz y "libres del terror".
Actualmente, las violaciones sistemáticas y graves al derecho de libertad religiosa están a la orden del día en más de 20 países de mayoría islámica y con fuertes impregnaciones fundamentalistas. Similar situación se vive en varios países de mayoría católica, donde los grupos religiosos minoritarios siguen recibiendo ataques de las mayorías intolerantes.
En América Latina, nuestro país figura entre las naciones más golpeadas por la intolerancia religiosa. Los números de la Encuesta Nacional para Prevenir la Discriminación en México son reveladores y, en cierto modo, aterradores. Mientras que el 78% de los católicos negaron haberse sentido discriminados por profesar su religión, el 68.3% de las minorías religiosas registradas indicaron lo contrario. El caso más ilustrativo de esta intolerancia lo tenemos en el estado de Chiapas, donde el fundamentalismo sigue flagelando a las familias evangélicas que se niegan a participar en las festividades católicas locales.
Desde el 29 de junio de 1962, la intolerancia religiosa ha producido violentos enfrentamientos, expulsiones y despojos en varias comunidades chiapanecas. En aquella fecha, los católicos fundamentalistas expulsaron a 48 evangélicos de Chanal, comunidad perteneciente al municipio de San Juan Chamula. De entonces a la fecha han pasado 52 años y la intolerancia religiosa sigue produciendo expulsiones, quema y destrucción de casas, cortes de agua y energía eléctrica, amenazas y despojos en agravio de quienes predican y practican una fe distinta a la católica. Algunos autores sostienen que estos atropellos comenzaron en 1966, dos años después del establecimiento del presbiterianismo en la población de San Juan Chamula. Hasta el año 2003, más de 34 mil chamulas habían sido expulsados por razones religiosas, es decir en promedio mil cada año, afirma Roberto Bancarte. Respecto a la impunidad de estos deplorables casos, el investigador de El Colegio de México apunta: “Los evangélicos fueron vejados, despojados de sus tierras y en ocasiones asesinados, sin que ninguna autoridad interviniera con eficacia para imponer la ley y castigar a los culpables” (Roberto Blancarte, Discriminación por Motivos Religiosos y Estado Laico: Elementos para una Discusión, Colegio de México, 2003, p. 293).
En junio del año pasado, diversas organizaciones civiles y grupos evangélicos dirigieron una misiva al gobernador Manuel Velasco Coello. Los firmantes denunciaron firmemente el incremento de los casos de intolerancia religiosa en Chiapas y la impunidad que rodea a los mismos: “Derivado de la administración anterior (de Juan Sabines), en los últimos años han ido creciendo los casos de intolerancia religiosa en Chiapas, sin que algún funcionario público haya tomado en serio la atención de esta problemática que lastima de manera considerable a la sociedad chiapaneca. En muchos de los casos se han esperado acciones concretas para la atención y la aplicación de la ley para el restablecimiento del Estado de Derecho, pero esto nunca ha sucedido” (Proceso, 25 de junio de 2013).
Ante tal impunidad los mexicanos nos preguntamos: ¿qué importancia tienen las leyes mexicanas que protegen el ejercicio del culto de todas las iglesias si existen grupos y personas que no las respetan? También nos preguntamos: ¿por qué razón no se cumple el derecho internacional que reconoce la libertad religiosa en diversos documentos? El anhelo de los integrantes de las minorías religiosas es que se respeten sus derechos y se cumpla la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanan, así como las obligaciones internacionales en materia de libertad religiosa, mismas que han sido plasmadas en la Declaración Universal de los Derechos Humanos (Artículo 18), el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (Artículos 18 y 27), la Convención de los Derechos del Niño (Artículo 14) y la Convención Europea de Derechos Humanos (Artículo 9).
http://www.el-mexicano.com.mx/informacion/editoriales/3/16/editorial/2014/02/22/733289/en-plan-reflexivo
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