jueves, 7 de febrero de 2013

LAS AUTORIDADES EN UN ESTADO LAICO





 Por Armando Maya Castro

El gobernador de Oaxaca, Gabino Cué Monteagudo asistió a la ceremonia religiosa en la que Monseñor Gonzalo Alonso Calzada Guerrero fue ordenado Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Antequera
 
Las violaciones al Estado laico son tantas y tan frecuentes en nuestro querido México, que la mayoría de los mexicanos hemos dejado de reaccionar cuando se producen este tipo de atropellos. Es triste decirlo, pero son pocas las voces que se levantan para defender la laicidad, permitiendo que nuestras autoridades olviden que al asumir sus cargos protestaron cumplir y hacer cumplir la Constitución y las Leyes que de ella emanan.

Esta es la razón por la que muchos funcionarios públicos desempeñan sus tareas gubernamentales sin un mínimo de respeto al Estado laico, que es aquel que se conduce imparcialmente, sin favorecer en ningún sentido a determinada confesión religiosa. En una sociedad plural como la nuestra, cualquier inclinación de la autoridad hacia determinada concepción moral y/o religiosa quebranta el principio de no discriminación con el que debe regirse todo Estado laico.

El artículo 40 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos establece: “Es voluntad del pueblo mexicano constituirse en una República representativa, democrática, laica y federal…”. La inclusión del adjetivo “laico” a las características del Estado mexicano se dio apenas el año pasado mediante una reforma al citado artículo. Antes, la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público era el único ordenamiento jurídico que hacía referencia explícita al carácter laico del Estado.

A pesar de lo que establece el artículo 40 de nuestra Carta Magna, y el 3° de la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público, diversas autoridades han hecho acto de presencia en actos de carácter religioso, violando así la naturaleza laica del Estado mexicano y el principio de igualdad y de no discriminación. 

El día en que los mexicanos conmemorábamos el 96 aniversario de la promulgación de la Constitución General de la República, el gobernador de Oaxaca, Gabino Cué Monteagudo y el Secretario General de Gobierno, Jesús Martínez Álvarez, así como otros funcionarios del gobierno oaxaqueño, estuvieron presentes en la ceremonia religiosa en la que Monseñor Gonzalo Alonso Calzada Guerrero fue ordenado Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Antequera.

La presencia de citados funcionarios en dicho acto constituye una violación al artículo 25 de la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público, cuyo párrafo tercero dispone: “Las autoridades antes mencionadas no podrán asistir con carácter oficial a ningún acto religioso de culto público, ni a actividad que tenga motivos o propósitos similares…”. El caso del gobernador de Oaxaca no es el único, sino uno de los tantos casos que prueban el trato exclusivo que se otorga a la Iglesia mayoritaria. ¿O cree usted que el gobernador oaxaqueño asista regularmente a las ceremonias religiosas de importancia de las demás iglesias de Oaxaca? 

Pero decía al principio que esto se ha vuelto tan común en México, que se ha perdido la capacidad de reacción para condenar con firmeza estos actos anticonstitucionales. Pocas fueron las voces que se levantaron cuando Felipe Calderón Hinojosa, en su condición de presidente de la República Mexicana, asistió a la ceremonia de beatificación del papa Juan Pablo II, programada para el 1 de mayo de 2011. Pocos desaprobaron que Calderón y los entonces candidatos a la Presidencia de la República hayan asistido a la ceremonia religiosa que encabezó el papa Benedicto XVI en el Parque Guanajuato Bicentenario, el 25 de marzo de 2012. El atropello al Estado laico fue flagrante, sin embargo el caso quedó impune y con escasa denuncia mediática.

La ley es muy clara al respecto: la presencia de cualquier funcionario público en eventos religiosos violenta el principio de laicidad, que es la garantía del Estado para que las asociaciones religiosas puedan convivir en armonía y ser tratadas de manera igualitaria. Para el verdadero Estado laico, es lo mismo una Iglesia antigua y con millones de fieles, que una de reciente fundación y con pocos miembros. El Estado laico trata a todas las asociaciones religiosas de la misma manera, pues para él no hay iglesias de primera y segunda clase. 

Quiero dejar en claro, por último, que todos los servidores públicos tienen derecho de profesar la creencia religiosa de su preferencia, o a no profesar ninguna. Lo que malo es olvidar que como autoridades tienen “la obligación de anteponer la vigencia del marco legal a toda expresión religiosa y de restringir su devoción a lo estrictamente privado”.

@armayacastro



Este artículo fue publicado en el diario El Occidental de Guadalajara, el 7 de febrero de 2013




 

martes, 5 de febrero de 2013

EL MEJOR HOMENAJE A NUESTRA CARTA MAGNA



Armando Maya Castro

Tomado del libro Historia Gráfica del Congreso Constituyente de 1916-1917 (Fotografía de Mendoza)
Hoy se celebra el 96 aniversario de la promulgación de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, aprobada el 31 de enero de 1917 por el Congreso Constituyente reunido en la ciudad de Querétaro por mandato de Don Venustiano Carranza, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista durante la Revolución Mexicana.
El 5 de febrero de 1917, justo sesenta años después de la Constitución de 1857, fue promulgada y publicada en el Diario Oficial de la Federación la Carta Magna que nos rige, luego de haber sido firmada por 209 diputados. Entró en vigor a partir del 1° de mayo de ese año, y desde entonces ha sido objeto de cientos de modificaciones. 
El artículo 135 constitucional establece que “…Para que las adiciones o reformas lleguen a ser parte de la misma [de la Constitución], se requiere que el Congreso de la Unión, por el voto de las dos terceras partes de los individuos presentes, acuerden las reformas o adiciones, y que éstas sean aprobadas por la mayoría de las legislaturas de los Estados”. 
Lamentablemente, muchas de las modificaciones que se le han hecho a nuestra Carta Magna han sido realizadas no con el propósito de perfeccionarla, sino para satisfacer exigencias particulares o de grupo. Con sus honrosas excepciones, la mayoría de los diputados y senadores federales, lo mismo que la mayor parte de los congresos locales, han olvidado que los intereses del pueblo están por encima de los intereses privados o de grupo.
Un ejemplo de lo anterior es la reforma del artículo 24 constitucional, aprobada en un proceso opaco y desaseado que tuvo lugar en la Cámara de Diputados, el 15 de diciembre de 2011. Ese día, 119 diputados del PRI y PAN le dieron al Estado laico la peor estocada de su historia, abriendo la puerta para la realización de actos de culto en los edificios oficiales o la impartición de enseñanza religiosa en las escuelas públicas.
Ahora que conmemoramos los 96 años de la entrada en vigor de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, conviene que nos detengamos a recapacitar sobre el rumbo que está tomando el futuro de México con reformas como la antes mencionada, cuyo propósito es otorgar privilegios a la Iglesia mayoritaria en detrimento de las minorías religiosas. 
El documento “Educar para una nueva sociedad”, elaborado el año pasado por la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), deja en claro cuáles son las pretensiones de la jerarquía católica. En dicho documento, los obispos mexicanos asientan: "La pedagogía de Dios es reconocer que la Iglesia católica está a favor de la educación sexual de los niños y los jóvenes, la escuela oficial [así llaman a la educación pública] nunca debería cerrar la puerta a los valores trascendentes y a una justa libertad religiosa".
Es evidente que la pretensión de los jerarcas católicos es recuperar el monopolio educativo que la Iglesia católica tuvo en la época colonial y en las primeras décadas del México independiente. Para lograrlo, necesitan que se consume la reforma del artículo 24, a partir de la cual buscarán la reforma que más les interesa: la del artículo 3° constitucional. 
Sería un enorme retroceso para la vida de la nación que la Carta Magna que hoy conmemoramos siga siendo objeto de reformas de este tipo, que fracturan la laicidad del Estado y de la educación, además de echar por tierra las Leyes de Reforma, en las que quedó claramente establecida la separación del Estado y las iglesias.
Los mexicanos esperamos que la clase política mexicana entienda que la defensa y consolidación del Estado laico, aparte de favorecer nuestra endeble democracia, posibilita el respeto a la diversidad religiosa y, en consecuencia, la preservación de la paz social.  
Quienes anhelamos el bienestar integral de nuestro querido México esperamos que otras instituciones sigan el ejemplo de la UNAM, quien acaba de sacar la cara por el Estado laico planteando que la laicidad debe estar presente en todos los niveles educativos, como uno de los grandes asuntos que se debe impulsar y tutelar.
Hoy, a 96 años de la promulgación de nuestra Carta Magna, los mexicanos nos congratulamos con el trabajo realizado por el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INALI), quien coordinó la traducción de la Constitución mexicana en 10 lenguas indígenas, a fin de promover su importancia y fomentar los derechos de los pueblos en sus propios idiomas. 
Este trabajo indudablemente es bueno, pero es mucho mejor que el Congreso de la Unión y el Gobierno Federal hagan lo necesario para que nuestra Constitución siga respetando, como hasta ahora, la separación del Estado y las Iglesias, así como la naturaleza laica del Estado y la educación. Estoy convencido que el mejor homenaje que podemos rendirle a nuestra Carta Magna es fortaleciendo las libertades que en ella se garantizan. 

@armayacastro


Publicado en la edición impresa del diario El Mexicano de Tijuana, el martes 5 de febrero de 2013



 

lunes, 4 de febrero de 2013

NO A LAS ESPECULACIONES

Por Armando Maya Castro

El presidente Enrique Peña Nieto en la zona de la explosión en Pemex. Pidió no especular sobre las causas que originaron la primera tragedia de su gobierno (Foto: Notimex)


¿Qué ocasionó la explosión en la Torre de Pemex, ocurrida el pasado jueves 31 de enero? Esa es la pregunta que se hacen en estos momentos millones de mexicanos y aquéllos que, sin serlo, desean saber qué ocasionó el estallido en el edificio B2, anexo a la Torre Ejecutiva de Petróleos Mexicanos, que dejó un saldo de 33 personas muertas y 121 lesionados. 

El presidente de la República, Enrique Peña Nieto, hizo bien al hacer un llamado a la sociedad en el sentido de no especular sobre las causas que originaron la primera tragedia de su gobierno. Pedirle a los mexicanos que se abstengan de conjeturas y esperen la conclusión de los peritajes correspondientes es bueno, pero es mejor aún que las autoridades den celeridad a las investigaciones y acaben lo más pronto posible con las especulaciones y rumores que provoca el vacío de información. 

En cuanto a las investigaciones, diversas voces se han alzado y han coincidido al señalar que se debe llegar al fondo. Felipe Calderón Hinojosa, en su cuenta de Twitter, pidió “que la investigación sea seria y transparente”. Similar petición hizo el líder de los diputados del PRD, Silvano Aureoles Conejo, quien exigió a las autoridades una investigación exhaustiva, precisa y realista, para deslindar responsabilidades y aplicar la ley.

Concluidas las labores de rescate por parte de la Cruz Roja, los mexicanos esperamos que los peritos de la Secretaría de la Defensa Nacional, de Marina  y Protección Civil, así como las dos empresas estadounidenses que apoyarán dicha investigación, realicen un trabajo de investigación profesional, que ayude a despejar las dudas. 

Funcionarios de la PGR han señalado que la investigación es contra quien resulte responsable y que por ello mismo se han abierto todas las hipótesis, incluidos sabotaje y explosión de gas o de instalaciones eléctricas, lo que deja en claro que no se ha descartado ninguna línea de investigación. 

Esta tragedia estuvo antecedida por la polémica que ha generado entre la población la reforma energética, considerada por algunos como un intento de privatizar a Pemex, y por otros como el deseo de modernizar dicha empresa para potencializar la competitividad y hacer más productivo a nuestro país.

Quienes están de acuerdo con la reforma energética señalan que urge que México salga de la opacidad energética y que se realicen los cambios que necesita la paraestatal para aumentar su potencial energético. Esto se logrará, nos dicen, con una reforma moderna, que sirva como motor de inversión y desarrollo; además de garantizar el acceso equitativo a las telecomunicaciones de clase mundial.

Lo que se requiere en éste tema y en el de la explosión de la Torre de Pemex es que las autoridades le hablen con la verdad al pueblo de México, pues el temor de millones de mexicanos es que resulte cierta la hipótesis de que la reforma energética tiene como propósito fundamental apoderarse del petróleo, el gas y la industria eléctrica. Quienes afirman que esto no es más que una mera especulación tienen el deber de convencer a los mexicanos que ven en la reforma energética un intento de privatizar a Pemex.  


@armayacastro


Este artículo fue publicado en el periódico El Mexicano de Tijuana.