Por Armando Maya Castro
En una
entrevista con el diario Financial Times,
el presidente Enrique Peña Nieto reconoció que en México existe, sin lugar a dudas,
“una sensación de incredulidad y desconfianza... ha habido una pérdida de
confianza y esto ha generado suspicacia y duda".
Peña
Nieto tiene razón en lo que declara: al México escéptico de hoy, las acciones y
mensajes de gobierno, así como las promesas de campaña de los aspirantes a los
diversos cargos de elección popular, le inspiran muy poca confianza. Desde hace
varios años, pero más marcadamente en la actualidad, en nuestro país se
observan altos niveles de desconfianza en las instituciones y en las personas
que ocupan los espacios públicos. No se confía, como debiera, en la policía, ni
en los partidos políticos, ni en los sindicatos.
Las
declaraciones que el presidente de México dio al diario británico se referían evidentemente
a las dudas y desconfianza de los mexicanos en relación a su gobierno. Y es que
él, mejor que nadie, sabe que muy pocos creen en la versión que ha dado la Procuraduría
General de la República (PGR), en el sentido de que los 43 normalistas de
Ayotzinapa fueron asesinados y quemados en septiembre de 2014. Si creyeran, como
lo anhela el gobierno federal, los familiares de las víctimas habrían dejado de
protestar y de exigir la presentación con vida de los estudiantes desaparecidos.
El
gran reto de la actual administración es recuperar la confianza perdida, algo
que no es imposible, pero sí difícil, tomando en cuenta que la incredulidad del
pueblo va mucho más allá del caso Ayotzinapa. Los mexicanos dudan por muchas
cosas, entre ellas las reformas económicas que impulsó el Jefe del Ejecutivo
Federal, quien ha dicho una y otra vez que todas ellas le dan a México certeza
y rumbo como nación, ya que ofrecen fortaleza al país y mayores posibilidades
de prosperidad a los mexicanos. Por ello, “poner las reformas en acción seguirá
siendo un asunto de primer orden para los siguientes años de mi administración”,
señaló Peña Nieto el pasado 5 de febrero. La anterior declaración, y muchas
otras que el primer mandatario de la nación ha hecho en ese mismo sentido, no
han logrado convencer a la totalidad de los mexicanos.
Hoy, a
diferencia del pasado, los mexicanos necesitan algo más que promesas y
discursos para creer en las instituciones y en las buenas intenciones de las autoridades
de los tres niveles de gobierno. Y es que, desde hace varias décadas, los
mexicanos han dejado de informarse del discurso oficial y se informan de lo que
circula en redes sociales y en los medios de comunicación, en donde encuentran
información fresca sobre lo que ocurre en el entorno político de la gestión
pública. En esos medios se enteran del creciente deterioro moral de los políticos
que se valen de su posición para apoderarse de recursos del erario, sin que les
importe que sus corruptelas se traduzcan en un lamentable incremento de la pobreza,
atraso, subdesarrollo y miseria.
Son
tan elevados los niveles de incredulidad, que muy pocos mexicanos creen que el
Sistema Nacional Anticorrupción que impulsa Peña Nieto –en proceso de
aprobación en el Congreso– vaya a terminar con los casos de corrupción política
en nuestro país. Las dudas se incrementan si tomamos en cuenta que, al aprobar las
reformas en materia de anticorrupción, los diputados desecharon la propuesta de
que el Jefe del Ejecutivo pueda ser sancionado en caso de incurrir en actos de
corrupción o en faltas administrativas graves como el conflicto de interés. Ante
esta situación es obligado preguntarnos: ¿tiene no tiene razón para dudar el
pueblo de México?
Twitter:
@armayacastro
http://www.el-mexicano.com.mx/informacion/editoriales/3/16/editorial/2015/03/05/833222/en-plan-reflexivo
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