jueves, 19 de febrero de 2015

EL ANTISEMITISMO EN EUROPA

Por Armando Maya Castro

Ayer amanecí con el impulso de escribir nuevamente sobre el ataque intolerante en contra del semanario satírico francés Charlie Hebdo, perpetrado el pasado 7 de enero en París, la capital de Francia, conocida mundialmente como la Ciudad de la Luz. Me dieron ganas de escribir sobre el tema, no por las declaraciones que este martes hiciera el dibujante de cómics y productor de dibujos animados japonés, Hayao Miyazaki, en el sentido de que “sería bueno dejar de hacer” humor sobre los dioses ajenos, sino por una nota periodística que, en mi opinión, exhibe a muchos franceses como personas intolerantes. 

La nota en cuestión la leí en el diario digital SinEmbargo, publicada este martes bajo el siguiente título: “Un judío camina en silencio durante 10 horas en París; decenas de personas lo ofenden”. El judío insultado por los franceses –según se aprecia en el video que acompaña la nota– es el reportero israelí Zvika Klein, quien grabó, “como parte de un experimento social”, las ofensas e insultos que recibió por su condición religiosa a lo largo de una silenciosa caminata que se prolongó 10 horas por diversos barrios de la capital francesa. 

Cuando vi el video, que comprime las horas de grabación en tan solo 96 segundos, me hice varias preguntas, entre ellas las siguientes: ¿Por qué se comporta intolerantemente una sociedad que ha experimentado el azote de la intolerancia? ¿Cuántos de los franceses que zahirieron al judío Zvika Klein en su caminata experimental participaron en las marchas de unidad nacional, donde, al grito de “Yo soy Charlie”, condenaron la crueldad y salvajismo desplegados contra los trabajadores de la revista francesa? ¿Cómo podremos suprimir la discriminación si no somos capaces de comportarnos respetuosamente con las personas que creen y piensan diferente? ¿Honra este comportamiento intolerante a Francia, una nación que es cuna de los derechos humanos, entre los que figuran las libertades de religión y expresión?

Los seres humanos tenemos la obligación de hacer lo que sea necesario para suprimir la intolerancia y el fanatismo en cualquiera de sus manifestaciones. Tenemos el deber de protestar cuando los grupos intolerantes cometen asesinatos colectivos como los perpetrados en el local de Charlie Hebdo, pero también cuando somos testigos de actitudes discriminatorias menores –que con el tiempo pueden llegar a ser mayores–, cometidas por hombres y mujeres que no han sido capaces de erradicar de sus mentes las ideas del antisemitismo, esa ideología que encomia el odio a las creencias y cultura de los judíos. 

Algo pasa en Europa, donde el creciente auge del antisemitismo se ha convertido en motivo de preocupación para todos, pero principalmente para los judíos que viven en países como Dinamarca y Francia, así como para el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, quien se expresó así de los ataques contra la comunidad judía en la llamada cuna de la cultura occidental: “Están matando judíos en Europa otra vez, simplemente por el hecho de ser judíos”. Y agregó: “Se espera que continúe la ola de ataques contra los judíos de Europa y debemos estar preparados”. En el marco de esas declaraciones, Netanyahu pidió a los judíos europeos volver a Israel, “vuestro hogar”, les recordó.

En respuesta a este llamado, el rabino en jefe de Copenhague, Jan Melchior, adoptó la siguiente postura: "No permitiremos que el terror rija nuestra vida. No lo haremos. Seguiremos viviendo como judíos aquí, en Dinamarca, y en todas partes del mundo".

En lo personal, soy un convencido de que los judíos, como también los demás seres humanos, deben vivir seguros y en paz en cualquier parte del mundo, no sólo en su país. En el caso específico de los judíos que viven en naciones europeas, son las autoridades de las mismas las que deben garantizar su seguridad física, aunque en ese particular la sociedad debe hacer la parte que le corresponde: aceptar que el respeto a los derechos humanos de las personas es esencial para evitar que se reproduzcan los horrores que, por la irracional violencia antisemita, se han cometido en diversas etapas de la historia de la humanidad. 

Ojalá que los líderes europeos atiendan el reciente llamado de la Asamblea General de la ONU, en el sentido de “implementar acciones globales que combatan la aversión a los judíos, así como una crítica de las naciones a las palabras y actos que llevan ‘al odio, al antisemitismo y a la islamofobia’”. El antijudaísmo, basado en desafortunadas interpretaciones bíblicas, o bien en el concepto erróneo de la inferioridad de la raza judía, como ocurrió en los tiempos de la Alemania nazi, debe ser totalmente suprimido de Europa y de las demás regiones del mundo. Es lamentable que el continente europeo, que observó con pavor los excesos del antisemitismo alemán y sus 6 millones de víctimas judías, no haya podido erradicar este práctica altamente criminal. Europa y el mundo están a tiempo de hacerlo, ¿no cree usted?

Twitter: @armayacastro 

Publicado el 19 de febrero en el diario El Mexicano

http://www.el-mexicano.com.mx/informacion/editoriales/3/16/editorial/2015/02/19/829801/en-plan-reflexivo 

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