martes, 5 de mayo de 2015

INTOLERANCIA RELIGIOSA, UN MAL QUE SE NIEGA A DESAPARECER

Por Armando Maya Castro

La intolerancia religiosa ha tenido presencia en el mundo desde los tiempos más antiguos hasta nuestros días. Podemos asegurar, sin temor a equivocarnos, que se trata de un mal que no es característico de la era cristiana, tomando en cuenta que las manifestaciones de odio por motivos religiosos son anteriores al nacimiento de Cristo.

Aunque existen evidencias de que algunas religiones anteriores al cristianismo cometieron actos de intolerancia religiosa, en esta columna me referiré a las prácticas fanáticas que se cometieron a partir del Edicto de Milán, expedido por el emperador Constantino en 313 d. C.

Es importante aclarar primeramente que el origen del cristianismo se sitúa en el momento en que Jesús de Nazaret comenzó su ministerio en Palestina, luego de que Juan lo bautizara en las aguas del río Jordán, para cumplir –dijo– toda justicia. Desde entonces comenzó la conquista de almas mediante la verdad que el Padre dio a Jesucristo su Hijo muy amado, para que persuadiera a los corazones sin necesidad de emplear la fuerza, la presión o la amenaza.

“Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame”, decía el Señor Jesús a los judíos que le oían, demostrando con ello total respeto a la voluntad de sus congéneres. Así que, quienes le seguían, lo hacían porque tenían voluntad de seguirle, no porque el Señor Jesús los obligara a ir en pos de él utilizando métodos intolerantes.

Las cosas cambiaron en los siglos posteriores, específicamente en el siglo IV, que es el siglo en que el emperador Constantino proclamó el Edicto de Milán (313), dando absoluta tolerancia al “cristianismo” y restituyendo a la Iglesia los bienes que el Imperio romano le había confiscado para satisfacer las demandas de la antigua religión romana. El historiador Daniel Olmedo enumera los favores que Constantino otorgó a la naciente Iglesia, comprometida más con las autoridades del Imperio que con el Señor Jesucristo: exención de cargos civiles a los clérigos, en el 313; a los templos, el derecho a heredar; a los obispos, reconocimiento oficial de jurisdicción aun en el foro civil en el 318 (Daniel Olmedo, Historia de la Iglesia Católica, Porrúa, México, 1991, p. 112).

¿Cómo borró Constantino del Imperio a la antigua religión romana? José Natividad Rosales nos recuerda las intolerantes indicaciones del emperador para suprimirla: “Cese toda superstición. Sea abolida la locura del culto pagano y todos aquellos que osen desobedecer esta orden y todavía celebren sacrificios, que sean castigados según las penas que la ley establece”. O también: “Queremos que todos renuncien a ejercitar el culto pagano. Si hubiese alguno que desobedeciese, que sea castigado por la espada vengadora” (José Natividad Rosales, Misión Secreta en el Vaticano, Libro Mex Editores, México, 1960, p. 300).

Se inauguraba así la intolerancia religiosa practicada por la iglesia romana, la cual alcanzó su punto culminante en la Edad Media, que es también la edad del oscurantismo, en la que el papado estableció la llamada santa inquisición e inauguró las cruzadas, expediciones militares que se realizaron –al menos la primera de ellas– al grito de “Dios lo quiere”.

La inquisición y las cruzadas son dos de las instituciones más horrendas del papado; se establecieron con el propósito de preservar el poder político y económico de la Iglesia a través del monopolio de la religión, argumentando que todo, absolutamente todo, se hacía para defender la fe de los fieles del virus de la herejía.

Lamentablemente la intolerancia religiosa sigue presente en nuestro tiempo, y ahora afecta, en varios países islámicos, a la institución que la practicó por mucho tiempo en las naciones de mayoría católica. En muchos de estos países se niega a católicos y protestantes el derecho de profesar públicamente su religión, algo que es inadmisible en un tiempo como el actual, en que, por las leyes vigentes en cada nación, y por los tratados internacionales en materia de derechos humanos, debería aumentar el diálogo y la sensibilidad al respeto de las creencias religiosas.

Lamentablemente esto no es así, y existen episodios de intolerancia religiosa dignos de nuestra más enérgica condena: la reciente masacre ocurrida el pasado 2 de abril en la Universidad de Garissa, en Kenia, donde 147 personas fueron muertas y 79 heridas. Ese día, la milicia islámica Al-Shabbab atacó a las víctimas por sus creencias religiosas: a los musulmanes se les liberó, mientras que los cristianos fueron asesinados brutalmente. Lo ocurrido en Kenia es grave, pero lo que pasa en esa nación no se compara con lo que sucede en Nigeria, el país más letal en materia de intolerancia religiosa, gracias a las acciones criminales de la organización terrorista Boko Haram.

Los seres humanos esperamos que las autoridades de los países que no han logrado erradicar la intolerancia religiosa adopten medidas efectivas para ayudar a las víctimas de este terrible mal, y para poner fin a los actos irracionales de odio e intolerancia religiosa.

Twitter: @armayacastro

Publicado en El Mexicano el martes 5 de mayo de 2015

http://www.el-mexicano.com.mx/informacion/editoriales/3/16/editorial/2015/05/05/849102/en-plan-reflexivo

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