martes, 30 de diciembre de 2014

CÓDIGO DE ÉTICA EN EL PERIODISMO

Por Armando Maya Castro

La libertad de expresión es un derecho humano fundamental, la piedra angular de toda democracia. Sin la garantía de este derecho inalienable, que comprende la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de todo tipo, no puede existir una verdadera democracia. 

En México, esta libertad se encuentra garantizada por el artículo 6° constitucional, que a la letra dice: “La manifestación de las ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa, sino en el caso de que ataque a la moral, los derechos de terceros, provoque algún delito o perturbe el orden público; el derecho a la información será garantizado por el Estado”.

Los periodistas de México y de cualquier país del mundo tienen derechos y obligaciones. Por la delicada tarea que cumplen en su quehacer informativo, tiene el derecho a garantías y facilidades para el cumplimiento de su función, pero también la obligación de escribir con veracidad y exactitud, evitando la deformación y tergiversación de los acontecimientos. Asimismo, están obligados a cumplir y respetar los deberes establecidos en sus propios códigos de ética.

Lamentablemente, algunos periodistas van por la vida exigiendo derechos en la realización de su trabajo periodístico, pero sin cumplir con sus deberes éticos. Se les observa “trabajar” sin tomar conciencia que se deben fundamentalmente al pueblo, quien tiene el derecho a ser informado veraz, oportuna e integralmente. Exigen garantías pero, en nombre de la utilidad que otorgan el sensacionalismo, el escándalo, la adulteración de acontecimientos o la incalificable violación de la intimidad de las personas, traicionan sus responsabilidades éticas. 

Me referiré a continuación a esos medios de información que tienen códigos de ética que, penosamente, no siempre respetan. Uno de ellos, que desde su creación en 1976 se caracterizó por defender las libertades fundamentales y por denunciar las violaciones de los derechos humanos, lanzó recientemente una ofensiva mediática contra las minorías religiosas establecidas en México. En una edición especial, este semanario calificó como sectas a varias asociaciones religiosas debidamente registradas ante la Secretaría de Gobernación. Al hacerlo, reprodujo el discriminante discurso de la jerarquía católica, el cual llegó a su cenit cuando el entonces nuncio papal, Girolamo Prigione, declaró que “las sectas son moscas que hay que matar a periodicazos”.

Semanas después, la revista en comento promocionó en su número 1990 la edición especial ya mencionada con el siguiente texto: “La sociedad no está preparada para entender el fenómeno de las sectas; cataloga a sus adeptos como débiles e ignorantes y no como víctimas”. El anterior es un texto que emite un juicio de valor altamente discriminante contra las minorías religiosas, a las que considera victimarias, es decir, instituciones que ocasionan daños y perjuicio a sus adeptos, a quienes coloca en el lugar de víctimas. 

La publicidad en cuestión se realiza a muy a pesar del Código Ético de dicho medio de comunicación, que señala en uno de sus puntos: “No deben publicarse expresiones discriminatorias u ofensivas de ninguna clase, especialmente cuando aluden a la raza, la religión, el grupo étnico, el nivel cultural, la edad, el sexo o las referencias sexuales de las personas…”. La violación de su propio código de ética es lamentable, como también lo es que pasen por alto las leyes de México, los tratados internacionales y otros instrumentos adoptados desde 1945, los cuales confieren una base jurídica a los derechos humanos inherentes.

Esta forma de periodismo puede llevar a la sociedad a linchar moral y físicamente a los miembros de las minorías religiosas calificadas como sectas. Asimismo, puede contribuir a la multiplicación y agravamiento de los problemas de intolerancia religiosa, un fenómeno que tiene su epicentro en el estado de Chiapas, pero que también tiene presencia en Oaxaca, Puebla, Guerrero e Hidalgo. Y es que, utilizar la pluma para calificar de secta a un grupo religioso es de lo más sencillo; lo grave es que, al hacerlo, se le está diciendo a la sociedad que el grupo conceptuado como tal representa una amenaza para la nación y, por lo tanto, ese grupo no tiene derecho a existir ni a ser tolerado, mucho menos a ser respetado. 

Concluyo mi colaboración de este día con las palabras del doctor Ernesto Villanueva, quien en su libro “Deontología informativa: códigos deontológicos de la prensa escrita en el mundo”, señala que el periodista debe "ser ajeno al sensacionalismo irresponsable, a la mercantilización de la noticia o cualquier tipo de manipuleo de la información o de la opinión que falsee, tergiverse, niegue o limite la verdad". A lo que no debe ser ajeno es al periodismo veraz y objetivo, ese que evita el fomento de males como la discriminación basada, entre otras cosas, en la raza, el sexo, la religión, las opiniones políticas, etcétera.

Twitter: @armayacastro

sábado, 27 de diciembre de 2014

LAS LEYES DE BURGOS

Por Armando Maya Castro
Durante la vigencia de la Encomienda, y después de la abolición de esta inhumana institución, los indígenas de los países americanos conquistados por España fueron objeto de abusos, explotación y malos tratos 

Un día como hoy, pero de 1512, fueron dictadas las Leyes de Burgos, conocidas también como Ordenanzas para el tratamiento de los indios. En la redacción de estas leyes intervinieron los teólogos dominicos Tomás Durán, Pedro de Covarrubias y Matías de Paz, así como los licenciados Hernando de Vega, Luis Zapata y Santiago Zapata; todos ellos reunidos en la ciudad de Burgos bajo la presidencia del Consejero Real Juan López de Palacios Rubios.

La Junta de Burgos dio como resultado la redacción de las primeras leyes que la monarquía española dictó para el Nuevo Mundo, con el propósito de proteger a los indios del maltrato español. A fines de 1511, el fraile dominico Antonio de Montesinos había condenado mediante enérgico sermón la crueldad de los españoles, preguntándoles: "Decid: ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre aquestos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas dellas, con muertes y estragos nunca oídos, habéis consumido? ¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin dalles de comer ni curallos en sus enfermedades, que de los excesivos trabajos que les dais incurren y se os mueren, o por mejor decir, los matáis, por sacar y adquirir oro cada día? ¿Y qué cuidado tenéis de quien los doctrine, y conozcan a su Dios y criador, sean baptizados, oigan misa, guarden las fiestas y domingos? ¿Estos, no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados a amallos como a vosotros mismos?" (Las Casas 1965b, t.° II: 441-442).

Las Leyes de Burgos no remediaron nada. Sólo concedieron a los indios una libertad teórica, pero sin abolir la Encomienda, en cuya vigencia la mayoría de los encomenderos –salvo honrosas excepciones– abusaron de los indios que les fueron confiados para instruirlos religiosamente.

El sistema de Encomiendas, establecido por Cristóbal Colón en las Antillas, fue la primera institución jurídica en los territorios conquistados por España; legalizó la inhumana explotación de los indios y, en algunos lugares, llegó a diezmar a la población indígena, generando la indignación de algunos españoles, entre ellos los dominicos.

Joseph Pérez, en su libro Isabel y Fernando: Los Reyes Católicos, apunta que las Leyes de Burgos “consagraron en derecho una situación de hecho; legalizaron la institución del trabajo forzado, cosa que sin duda no era el objetivo buscado. Esas leyes se basan en la idea implícita de que los indios son seres poco evolucionados, incapaces de gobernarse por sí mismos y a los que en consecuencia, por su propio interés, se debe someter a los españoles".

Cuando Hernán Cortés y sus tropas conquistaron México, entre 1519 y 1521, el sistema de Encomiendas vigente en las Antillas se aplicó también en nuestro país. Cortés distribuyó encomiendas entre los conquistadores, explicando mediante carta al monarca español: “…fuéme casi forzado depositar los señores y naturales de estas partes a los españoles”. Lo hizo así porque, según él, se veía en la obligación de recompensar a sus hombres y también atender al beneficio de la Real Hacienda (Cortés, Hernán (1976). Manuel Alcalá, ed. Cartas de relación. Porrúa. p. 171).

Entre los primeros encomenderos hubo clérigos católicos. Esto fue así hasta la promulgación de las Leyes Nuevas, un conjunto legislativo promulgado el 20 de noviembre de 1542, que confirmaba “la definitiva abolición de cualquier forma de esclavitud o de trabajo forzado de los indios, moderaban el importe de su tributo, declaraban suprimidas las encomiendas cuyos titulares fuesen miembros del clero, funcionarios públicos o personas sin título legítimo”, escribe Guillermo Céspedes en su libro Ensayos sobre los reinos castellanos de Indias.

En octubre de 1545, el rey Carlos V suspendió el capítulo XXX de las Leyes Nuevas, que prohibía la herencia de las encomiendas. Así, la corona española condescendió a las exigencias de los ex titulares de las encomiendas, entre ellos algunos clérigos, interesados en recuperar sus anteriores privilegios.


Aunque las encomiendas fueron abolidas entre 1718 y 1720, de entonces a la fecha los pueblos indígenas de varios países de América, incluidos los de México, han sido objeto de explotación, discriminación y malos tratos. Esto ocurre a pesar del trabajo informativo de los medios de comunicación y de que contamos con leyes que han sido creadas para eliminar todo tipo de discriminación, incluida la étnica. 

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Publicado en El El Occidental

martes, 23 de diciembre de 2014

¿POR QUÉ SE CELEBRA LA NAVIDAD EL 25 DE DICIEMBRE?

Por Armando Maya Castro 
La forma en que algunas religiones celebran la navidad, el día 25 de diciembre, no es otra cosa que la continuación de la Saturnalia, una fiesta pagana de la antigua religión romana, que en su vigencia se celebró del 17 al 23 de diciembre
Para responder a la interrogante que da título a mi columna de este día conviene analizar las diversas teorías sobre el origen del 25 de diciembre como día de la Navidad. Antes de ello debo aclarar que la Biblia jamás menciona la fecha del nacimiento de Cristo; refiere, eso sí, el acontecimiento que tuvo lugar en la ciudad de Belén, el cual relata en los siguientes términos: “Aconteció en aquellos días, que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuese empadronado. Este primer censo se hizo siendo Cirenio gobernador de Siria. E iban todos para ser empadronados, cada uno a su ciudad. Y José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por cuanto era de la casa y familia de David; para ser empadronado con María su mujer, desposada con él, la cual estaba encinta. Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento. Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón” (Lucas 2:1-7).

Diversos autores han sostenido que los miembros de la Iglesia primitiva le restaban importancia a la fecha en que nació Jesús de Nazaret, y que ninguno de ellos se dedicó a investigar la fecha exacta de este gran acontecimiento. Afirman que la celebración del 25 de diciembre se debe a la antigua celebración del nacimiento anual del dios-Sol en el solsticio de invierno (Natalis invicti Solis), adaptada por la Iglesia católica en el tercer siglo d. C., para permitir la conversión de los pueblos paganos.

El 25 de diciembre como fecha exacta del nacimiento de Cristo se estableció en el seno del catolicismo, específicamente durante el pontificado de Silvestre I (314-337), justo en los días en que el emperador Constantino realizaba importantes esfuerzos para desplazar la antigua religión pagana y establecer en su lugar el catolicismo.  

El sincretismo religioso, entendido como la acción de conciliar doctrinas o religiones diferentes, fue determinante para cristalizar el sueño de Constantino: unir el culto solar con el culto católico en honor de Jesucristo. De ese modo, sin cambiar ni siquiera su nombre (Natalis = Natividad o Navidad) el 25 de diciembre se transformó en una fiesta católica, que no cristiana.

Sin embargo, antes de que esta fecha se definiera como fecha fija del nacimiento de Jesús de Nazaret, hubo teólogos que dataron el acontecimiento en fechas como el 6 y 10 de enero, el 25 de marzo, el 15 y 20 de abril, el 20 de mayo, entre otras fechas. El papa Fabián puso fin a las especulaciones al calificar de “sacrílegos a quienes intentaron determinar la fecha del nacimiento del nazareno”.

El escritor español Pepe Rodríguez se refiere al tema de las fechas al señalar que hubo Iglesias cristianas ajenas a la católica, como la Iglesia armenia, que “fijaron la conmemoración de la Natividad en el día 6 de enero ya que, según su deducción, aunque no es posible situar el relato de Lucas en la estación más fría y lluviosa del año en las tierras de Judea, sí puede ser creíble situando el nacimiento de Jesús un poco más tarde, en enero y en el Oriente Medio, un tiempo y un lugar donde es muy probable la existencia de cielos nocturnos claros y sin borrascas, aunque todavía haga frío, eso sí”.

Algunas iglesias orientales fijaron el natalicio en el día 8 de enero. El autor español antes mencionado afirma que “Eutiquio, patriarca de Alejandría, en el siglo X aun defendía esta fecha como la única verdadera”. El 6 u 8 de enero fue la primera fecha que la catolicidad celebró, hasta que “entre los años 354 y 360, durante el pontificado de Liberio (352-366), se tomó por fecha inmutable la de la noche del 24 al 25 de diciembre, día en que los romanos celebraban el Natalis Solis Invicti, el nacimiento del Sol Invicto”. 

Fue así como el sincretismo religioso incorporó al catolicismo una fecha de celebración pagana que entre los primeros cristianos era inexistente. La navidad, como la practicó tiempo después la Iglesia romana, se asocia más bien a fiestas paganas como la Saturnalia romana, una festividad de la antigua religión romana, conocida también como "fiesta de los esclavos", en la que los siervos “recibían raciones extras de comida, tiempo libre y otras prebendas”, afirma Antonio Pérez Omister en su libro El Enigma de Jesús de Nazaret. 

Este autor señala que las saturnales eran fiestas decembrinas, pues “se  celebraban del 17 al 23 de diciembre en honor a Saturno, Dios de la Agricultura, a la luz de velas y antorchas, se celebraba el fin del periodo más oscuro del año y el nacimiento del nuevo periodo de luz, o Nacimiento del Sol Invictus, coincidiendo con la entrada del Sol en el signo de Capricornio”. ¿Cualquier parecido con la fecha navideña actual es simple coincidencia? Usted tiene la última palabra.


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domingo, 7 de diciembre de 2014

MÉXICO NECESITA LA LEY GENERAL DE LAICIDAD

Por Armando Maya Castro

México necesita la Ley General de Laicidad para acabar con la impunidad en materia de violaciones al Estado laico 

El pasado miércoles 3 de diciembre, el semanario Proceso publicó en su portal (proceso.com.mx) una nota titulada "Edil de Veracruz obliga a empleados a asistir a peregrinación guadalupana". Esta información aparece firmada por el periodista Noé Zavaleta, quien reseña un nuevo atropello al carácter laico de la República Mexicana, esta vez perpetrado por Tomás Ríos Bernal, alcalde panista de Córdoba, Veracruz.

Resulta que este edil, sin respeto alguno a las disposiciones constitucionales en materia de laicidad y separación del Estado y las Iglesias, "giró una circular dirigida a directores, coordinadores y empleados municipales a asistir por 'obligatoriedad' a la 'tradicional peregrinación municipal' en honor a la Virgen de Guadalupe en el santuario ubicado en el barrio La Estación", refiere la nota periodística en cuestión.  
En nuestro país, por la ausencia de sanciones a los servidores públicos que atentan contra el Estado laico, este tipo de violaciones a la ley por parte de quienes juraron cumplir y hacer cumplir nuestra Carta Magna, son cada vez más frecuentes y preocupantes. De ahí la necesidad de que, privilegiando el interés de una nación religiosamente plural como la nuestra, se analice y discuta con celeridad y altura de miras la iniciativa Ley General de Laicidad, presentada el pasado 23 de octubre en la Cámara de Diputados por el perredista Víctor Raymundo Nájera Medina.

Se trata de una propuesta de ley interesante, que “tiene por objeto reglamentar las disposiciones contenidas en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en materia de laicidad" (Artículo 1°), y que intenta poner fin a "los casos de violaciones del Estado laico por diversas autoridades en diversos lugares del país y la ausencia total de sanciones, a pesar de la promulgación de la reforma al artículo 40”, que define al Estado mexicano como una República representativa, democrática, laica y federal.

De aprobarse la iniciativa en los términos en que fue presentada, se crearía el Consejo Nacional para la Laicidad “como órgano rector en la materia y responsable de la tramitación de las quejas por violación al Estado laico por servidores públicos”. Esta entidad se encargaría de vigilar “que la actuación de los servidores públicos se dé con respeto a los principios constitucionales de la laicidad de la República, referidos a la separación del Estado y las Iglesias, neutralidad del Estado en la materia y propugnará por el fomento al respeto a la diversidad y pluralidad religiosa, ética e ideológica” (http://gaceta.diputados.gob.mx/Gaceta/62/2014/sep/20140904-IV.html#Iniciativa12).

El Consejo Nacional para la Laicidad, de acuerdo a sus competencias legales, investigaría y sancionaría a los servidores públicos de los tres niveles de gobierno que violenten el carácter laico del Estado y de la educación, impidiendo que queden sin castigo casos similares al del alcalde Ríos Bernal.

Urge esta ley no sólo para meter en cintura a los depredadores de la laicidad estatal, sino también para terminar con los privilegios clericales que entran en contradicción con la naturaleza laica de la República mexicana. Me refiero a esas prerrogativas que la jerarquía católica ha ido recuperando en las últimas décadas mediante algunas modificaciones constitucionales en materia religiosa: la reforma de los artículos 5°, 24, 27 y 130 durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari; y la reforma del artículo 24 constitucional en la administración de Felipe Calderón Hinojosa, una modificación cuyo dictamen contemplaba el desmantelamiento del Estado laico y la educación laica en detrimento de las libertades de las minorías.

El primer paso ya lo dieron el diputado federal Nájera Medina y Foro Cívico México Laico, una organización comprometida con la defensa del Estado laico, y quien colaboró activa y responsablemente en la elaboración de la iniciativa en comento. El resto lo tendrán que hacer las y los legisladores de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, quienes están obligados a discutir y analizar seriamente la propuesta de ley que busca acotar las gestiones de los políticos con evidente inclinación católica, esos que aspiran y suspiran por el retorno del Estado confesional, con ese cúmulo de privilegios políticos, sociales y financieros en beneficio de los jerarcas del catolicismo.


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jueves, 4 de diciembre de 2014

ACTITUD DE LEÑERO ANTE EMBESTIDA A LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN

Por  Armando Maya Castro

La tarde de este miércoles falleció el periodista Vicente Leñero, uno de los escritores mexicanos más destacados, sobre todo en lo que comprende la segunda mitad del siglo XX. El extinto Carlos Monsiváis, en su obra "A ustedes les consta: antología de la crónica en México", señala que en el periodismo "Leñero se inicia en la revista Señal, dirige Claudia y Revista de Revistas y es subdirector de Proceso (1997-1998).

Leñero nació en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, el 9 de junio de 1933; se graduó en 1959 como ingeniero civil en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y como periodista en la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, en 1956. Su obra en el ámbito periodístico ha sido considerada por muchos como "un aporte de trascendencia al mundo de la comunicación". 

Su primera novela la publicó Editorial Jus bajo el título "La polvareda", después de la cual "vendría ‘La voz adolorida’ (1961), el monólogo de un enfermo mental en torno a la vida, con el que muestra el realismo psicológico de sus primeros escritos", lo anterior de acuerdo con una nota periodística de la agencia de noticias Notimex, publicada el pasado 8 de junio.

Autor de una decena de novelas, 14 obras de teatro, tres compilaciones de cuentos y 20 guiones de cine, entre los que figuran el “El Crimen del Padre Amaro” y “La Ley de Herodes”, Leñero definió el periodismo –junto con Carlos Marín– como "una forma de comunicación social a través de la cual se dan a conocer y se analizan los hechos de interés público". Y añaden: “Sin el periodismo el hombre conocería su realidad únicamente a través de versiones orales, resúmenes e interpretaciones históricas y anecdotarios" (Leñero, Vicente y Marín, Carlos. Manual de Periodismo. Ed. Grijalbo, México, 1986. p. 17).

En su afán por dar a conocer las amenazas a la libertad de expresión, que hoy por hoy se encuentra en uno de sus peores momentos, Vicente Leñero escribió "Los Periodistas", “la novela testimonial que narra uno de los capítulos más importantes y significativos en la historia de nuestro país: el golpe del gobierno de Luis Echeverría al periódico Excélsior dirigido por Julio Scherer García, el 8 de julio de 1976”. La periodista Carmen Aristegui, quien prologó una nueva edición de Los Periodistas, define el trabajo literario de Leñero como un libro emblema "de quienes luchan por la libertad de expresión y de quienes la detestan". Enseguida, la ganadora del Premio Nacional de Periodismo en las ediciones 2001, 2004 y 2009 señala que el libro de Leñero "ha sido todo este tiempo el abrevadero, por excelencia, sobre las luces y sombras de la prensa nacional". Además, califica la novela como "el retrato escrito de quienes, por un lado, hicieron valer su derecho a pensar, informar y publicar y por el otro quienes optaron por la traición y la ignominia".

Sobre la embestida al “periódico de la vida nacional”, Leñero escribió un texto que tituló "La conversión de Jacobo Zabludovsky"; fue dedicado a este periodista y publicado en la Revista de la Universidad de México. A continuación dos de sus párrafos: 

"Auxiliándose en Veinticuatro Horas se enderezó la campaña contra el Excélsior de Julio Scherer desde la presidencia de un Echeverría enfurecido e implacable. Entre muchas otras tretas, Jacobo dio voz a su amigo Roberto Blanco Moheno que manoteaba y escupía desde la pantalla contra ese “periódico comunistoide”, y envió a su reportero estrella Ricardo Rocha a dizque investigar la prefabricada invasión de fingidos ejidatarios a un fraccionamiento de la cooperativa Excélsior. “Pobrecitas víctimas”, se dolía el compasivo Rocha.

“Sobra enunciar al detalle cómo se salieron con la suya Echeverría y Zabludovsky: caímos juntos con Julio Scherer y se encaramó al traidor Regino Díaz Redondo a la dirección del periódico de la vida nacional” (Vicente Leñero, Revista Universidad de México No. 124, junio 2014).

Lo importante es que, ante este brutal ataque  a la libertad de expresión, no hubo ningún tipo de amedrentamiento en los periodistas Julio Scherer, Vicente Leñero, Miguel Ángel Granados Chapa y Ricardo Garibay, quienes pronto fundaron nuevos medios de comunicación desde donde siguieron ejerciendo la libertad de prensa, cumpliendo con su labor de informar a la sociedad, interpretando y comentando los acontecimientos políticos sin ningún tipo de ataduras.

Twitter: @armayacastro

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martes, 2 de diciembre de 2014

DESDE LAS SOBRAS DEL ANONIMATO

Por Armando Maya Castro

El Diccionario de la Real Academia Española define el término “anónimo” de la siguiente manera: “Carta o papel sin firma en que, por lo común, se dice algo ofensivo o desagradable”.

Respecto a este tema, Armida de la Vara sostiene en su libro “De lo cotidiano”  que "el anónimo se usa para difamar, zaherir o destrozar la reputación de alguien. Como la humedad, callada y sin dar la cara, se tira el chisme al aire y éste se encarga de propalarlo". 

La escritora de origen sonorense señala en la obra antes mencionada que el anónimo es “arma de cobardes y débiles”, y agrega: “Quien tiene fuerza no esconde el rostro para decir su verdad, y si lo hace por medio de la letra, estampa su firma sin vacilaciones. Quien tiene limpio el rostro no necesita de máscaras". 
Tras explicar que son los “tontos del corazón” los que se valen de este recurso, Armida de la Vara subraya que "quien es capaz de usar esa arma despreciable no alzará jamás el vuelo, al contrario, se condena a reptar como serpiente, siempre pegado al suelo. De todas maneras, ¡qué tristeza comprobar que tanta gente está acostumbrada a tirar la piedra y esconder la mano". 

El escrito anónimo, tan usual en los actuales medios de comunicación por internet, es signo evidente de un comportamiento cobarde, y más aún cuando quienes utilizan ese recurso argumentan que recurren a él con el supuesto propósito de sanear y de contribuir a “enderezar el sendero”. 

Es evidente que cuando las personas o grupos son impulsadas por propósitos nobles y sinceros no necesitan actuar desde el anonimato o la clandestinidad. Esto lo hacen quienes pretenden exhibir y perjudicar la imagen de las personas e instituciones dedicadas a trabajar con ahínco y decencia.  

Los anónimos, provocados la mayoría de las veces por la envidia y/o el odio irracional, buscan denigrar el honor y el buen nombre de las personas. Estos escritos buscan, por encima de todo, perturbar y entorpecer el crecimiento de las instituciones que tienen una trayectoria de éxito que goza del reconocimiento de propios y extraños. 

Quien posee la verdad no necesita oponerse, criticar e insultar desde las sombras del anonimato. El que sabe que una institución requiere de reformas da la cara, como lo hizo Martín Lutero cuando fijó sus 95 tesis en la puerta de la Iglesia de Wittenberg, el 31 de octubre de 1517. Evidentemente, esto lo hace quien sabe que se requieren reformas y es movido, además, por propósitos nobles, orientados a sanear una institución. No así quienes desde el anonimato señalan faltas y la necesidad de reformas en un entorno donde todo, absolutamente todo, marcha bien.

Estará de acuerdo conmigo, estimado lector, que sugerir desde el anonimato reformas que no se necesitan, es una tentativa vana de mancillar la imagen de las personas e instituciones. Es, asimismo, un intento siniestro de desestabilizar lo que es estable, utilizando con destreza las armas favoritas de los cobardes y envidiosos: los anónimos. 

Twitter: @armayacastro

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