miércoles, 8 de octubre de 2014

LA VIOLENCIA Y SUS CAUSAS

Por Armando Maya Castro
Las manifestaciones de los mexicanos piden justicia en el caso Ayotzinapa, y que se ponga el fin a la ola de violencia que azota al país


Las acciones del gobierno han intentado pero no han podido acabar con la violencia que lastima a nuestro querido México de norte a sur; tampoco han podido reducir los altos índices de delincuencia, ni siquiera con la participación activa del Ejército, una institución que sigue gozando de la confianza del pueblo de México, independientemente de que algunos de sus integrantes estén señalados de haber participado en las ejecuciones extrajudiciales que tuvieron lugar en Tlatlaya, Estado de México.

Desde el sexenio de Vicente Fox Quesada, nuestro país tiene presencia constante en las portadas de los principales diarios del mundo por el número de asesinatos, secuestros y ejecuciones, algunas de éstas perpetradas por los miembros de las instituciones encargadas de mantener el orden y brindar protección a los mexicanos. Debo dejar en claro que el propósito de mi columna no es responsabilizar exclusivamente al gobierno en turno de la preocupante situación que se vive en México, pues de todos es sabido que la falta de una estrategia de combate al crimen organizado en administraciones anteriores favoreció el incremento de la corrupción y creó un ambiente propicio para su proliferación.

Duele decirlo, pero por el momento no se vislumbra una solución inmediata que nos permita pensar en la disminución de los estragos que este flagelo social está ocasionando a lo largo y ancho de México. En estados como Tamaulipas, Michoacán y, recientemente, Guerrero la violencia ha rebasado todos los límites y todas las alarmas, sembrando el miedo y la indignación por doquier, incluso entre la clase estudiantil. El mejor ejemplo de lo antes señalado son los 43 estudiantes desaparecidos desde el pasado 26 de septiembre en la ciudad de Iguala, Guerrero, un hecho que ha sido enérgicamente condenado por la sociedad y por diversos organismos nacionales e internacionales, entre ellos la Organización de las Naciones Unidas.

La solución inmediata al problema nadie la tiene. Lo que sí tenemos es conocimiento de algunos de los factores generadores de la actual situación de violencia que enferma a nuestra actual sociedad: la creciente corrupción política, la crisis de valores en la familia, los modelos agresivos que propugnan algunos medios de comunicación, el desempleo y la pobreza que de éste se deriva, entre muchas otras causas.

No podemos esperar la desaparición de este fenómeno mientras persistan factores como los antes mencionados. En el caso concreto de la pérdida de valores, miles de padres de familia están en deuda con sus propios hijos, a quienes han descuidado por sus legítimos anhelos de progreso, por sus afanes y por sus preocupaciones cotidianas. Estará de acuerdo conmigo, estimado lector, que en muchas familias mexicanas la formación de valores como la honestidad y el respeto es urgente y no admite más demora.


Quisiéramos que las cosas fuesen diferentes, pero es obligado reconocer que esta importante labor no se realiza en muchos hogares mexicanos; de ahí que muchos jóvenes y niños hayan crecido sin la instrucción y ejemplo que les permita transitar por el sendero de la legalidad y del bien hacer.

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