jueves, 3 de julio de 2014

PEDERASTIA CLERICAL Y ENCUBRIMIENTO

Por Armando Maya Castro
Por mandato papal, miles de curas pederastas fueron protegidos por sus superiores

Enérgica. Así ha sido la condena de la sociedad a los casos de pederastia clerical perpetrados por miles de sacerdotes católicos a lo largo y ancho del mundo, entre los que sobresalen –por su cantidad y gravedad– los crímenes de los curas Marcial Maciel Degollado, Nicolás Aguilar Rivera y Eduardo Córdova Bautista, los pederastas más peligrosos en la historia de la Iglesia católica mexicana de los últimos tiempos.

Estos casos nos han llevado a centrar la atención en los autores de estos delitos execrables, sin tomar en cuenta que existen documentos pontificios que ordenan la secrecía de los casos de abuso sexual a la justicia civil bajo pena de excomunión, aspecto que favorece la multiplicación de los casos de pederastia y la impunidad de los mismos.

A través de la instrucción Crimine solicitacionis (“Delito de solicitación”), emitida por la Sagrada Congregación del Santo Oficio –hoy “Congregación para la Doctrina de la Fe”–, el Vaticano ordenó a "todos los Arzobispos, Obispos y otros Ordinarios locales, incluyendo aquellos de las iglesias católicas orientales", ocultar los casos de abuso sexual cometidos por clérigos de la Iglesia católica en detrimento de los derechos humanos más fundamentales, contra la vida y la integridad física de los más desprotegidos: los niños.

Este documento, cuya autenticidad fue confirmada en agosto de 2003 por representantes de la Conferencia de Obispos de Estados Unidos, fue aprobado el 16 de marzo de 1962 por el papa Juan XXIII, quien lo rubricó junto con el cardenal Alfredo Ottaviani, en ese tiempo secretario de dicha congregación.

"Algunos expertos aseguran que otros documentos mucho más antiguos hablan sobre el tema, pero el citado fue evidenciado por varios diarios importantes como The Centinel, The New York Times y por CNN, y por otros en el mundo entero", escribe Lydia Cacho en su libro Con mi hij@ no: Manual para prevenir y sanar el abuso sexual.

Tras explicar que el Vaticano reconoció la autenticidad del documento –escrito en latín y con el sello papal–, la periodista, activista y escritora mexicana explica: "El documento se centra en el abuso sexual derivado de la relación confesional entre un clérigo y un penitente, pero también se refiere a lo que califica como ‘el peor de los delitos’, concepto que comprende ‘cualquier acto externo obsceno, gravemente pecaminoso, perpetrado de cualquier manera por un clérigo, o que éste ha intentado cometer, con una persona de su propio sexo’ (numeral 71), o ‘con jóvenes de cualquier sexo o con bestias brutas’ (bestialismo, numeral 73)" (Lydia Cacho, Con mi hij@ no: Manual para prevenir y sanar el abuso sexual).

El 18 de agosto de 2003, el diario El País publicó un reportaje titulado "El Vaticano ordenó a los obispos, en 1962, ocultar los abusos sexuales". Este trabajo periodístico recogió las declaraciones de Daniel Shea, un exseminarista y abogado norteamericano que opinó así de Crimine solicitacionis: "El documento prueba que existía una conspiración internacional de la Iglesia católica para silenciar temas de abuso sexual". Shea, quien entregó el documento a The Observer, luego de haberlo remitido a las autoridades de Estados Unidos, declaró a otro medio de comunicación que el documento papal fue citado como todavía vigente en una epístola del entonces cardenal –y ahora papa emérito- Joseph Ratzinger, titulada De Delictis Gravioribus (18 de mayo de 2001).

¿Es éste el único documento vaticano orientado a proteger a los curas pederastas? Por supuesto que no. Existen otros documentos que se ocupan de la pederastia clerical y su encubrimiento, entre ellos el motu proprio Sacramentorum Sanctitatis Tutela ("Salvaguardando la Santidad de los Sacramentos"), emitido por el papa Juan Pablo II el 30 de abril de 2001. En este documento se promulgan “normativas en los casos de los delitos más graves del clero, que están –o estaban- reservados a la Congregación para la Doctrina de la Fe, entre ellos la pedofilia”, escribe Pepe Rodríguez en su libro Pederastia en la Iglesia católica.

El escritor español antes mencionado afirma que la normativa papal exigía “a todos los prelados y superiores de órdenes religiosas que todos los casos de abuso sexual del clero, sin excepción, [debían] ser comunicados y/o remitidos en secreto al Vaticano, que [reservaba] a su Tribunal ad hoc de la Congregación para la Doctrina de la Fe la exclusividad de conocer y decidir, en última instancia, sobre estas conductas delictivas” (Pepe Rodríguez, Pederastia en la Iglesia católica, Barcelona, Ediciones B, 2002, p. 327).

Otra sería la historia y las cifras de pederastia clerical en la Iglesia católica si el Vaticano se hubiera abstenido de formular este tipo de documentos. Habría pederastia –pues ésta ha estado presente en esa institución a lo largo de su historia–, pero no habría elementos claros para criticar a sus máximos jerarcas de la política de encubrimiento que tanto daño le ha hecho a la niñez católica.


Twitter: @armayacastro


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