sábado, 1 de junio de 2013

RESPETO A LOS DERECHOS DE LOS NIÑOS



Por Armando Maya Castro
La participación de los niños durante la sangrienta Guerra Cristera es un hecho que nadie puede negar. Esta imagen, que capta la presencia de un grupo de jóvenes y niños cristeros en  Morelia, es más que evidente
El gobierno del Distrito Federal acaba de emitir el acuerdo por el que se fomentan y protegen los derechos de los niños en Iztapalapa. El objetivo: eliminar la desigualdad en escolaridad, condiciones de salud y tiempo libre. Para tal efecto, se instrumentarán mecanismos que permitan erradicar la violencia y marginación de los y las niñas en esa demarcación.

Este tipo de acciones merecen ser aplaudidas porque contribuyen a erradicar los diversos tipos de violencia en agravio de los niños, lo que es importante en un país como México, que llegó ocupar el primer lugar en violencia física, abuso sexual y homicidios de menores de 14 años entre los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). 

Los siguientes datos, además de ser categóricos, revelan en dónde nos encontramos en materia de violencia infantil. En el año 2000, se realizó un ejercicio de Consulta paralela a las elecciones federales, en la que participaron 4 millones de niños/as y adolescentes de 6 a 17 años. El “28 % de los niños/as de 6 a 9 años respondieron que son tratados con violencia en su familia y 32% en la escuela” (Instituto Federal Electoral 2000). 

Tres años después, el IFE realizó una nueva Consulta, en la que participaron 3 millones de niños y adolescentes de 6 a 17 años. “Los niños de 6 a 9 años volvieron a reportar cifras muy elevadas de maltrato” en el ámbito familiar: el 28% dijo “me pegan”, el 14% dijo “me insultan” y el 3.5% dijo “abusan de mi cuerpo”. Respecto a la violencia escolar, que se ha convertido en un factor determinante de la deserción escolar, el 16% de los menores encuestados aseguró ser golpeado, y el 3.5% dijo ser objeto de abuso sexual. 

Tiene razón Elena Azaola Garrido, autora del libro “Crimen, Castigo y Violencias en México” cuando asegura que las anteriores cifras "resultan sumamente elevadas y preocupantes pues representan casi una tercera parte de todos los niños/as de 6 a 9 años del país". ¿Qué evidencia todo esto? Que la nuestra es una sociedad que se encuentra sumergida en una profunda crisis de valores, cuyas consecuencias sufren en mayor medida los niños y adolescentes.

Me queda claro que los atropellos que sufren los niños de nuestro tiempo no se comparan con los registrados en la primera cruzada (1095), cuando Pedro de Amiens (el Ermitaño) “arrasó a unos 10.000 niños, los cuales pasaron terribles penurias y finalmente fueron aniquilados por el ejército otomano”. 

Tampoco se equiparan a las violaciones de los derechos infantiles que se mencionan en “El Último Papa y el fin de la Iglesia”, libro en el que Jorge Blaschke relata “la llamada Cruzada de los Niños, encabezada por el pastorcillo de Vendôme, en Francia, quien agrupó a unos 30.000 niños y jóvenes. Aquel tropel de niños cruzados embarcó en Marsella en varias naves, sin saber que se trataba de mercaderes de esclavos que los conducirían a Egipto, en donde serían vendidos a los sultanes propietarios de serrallos”. 

Lo que hoy les sucede a los niños tampoco se compara con algunos episodios de la Guerra Cristera, conflicto ocasionado por la insatisfacción del clero tras la promulgación de la llamada Ley Calles, el 2 de julio de 1926. A lo largo de aquella sangrienta lucha, se distorsionó y ahogó la dignidad y libertad de muchos niños que, bajo el impulso de un fanatismo sembrado, fueron incorporados y obligados a participar en esa absurda guerra. En la página 35 del libro “Méjico Cristero” (escrito por Antonio Rius Facius), se muestra una fotografía en la que aparecen varios niños, miembros de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana (ACJM), organización que tuvo una participación activa y violenta en el conflicto armado que se desarrolló principalmente en los estados de Querétaro, Michoacán, Guanajuato, Colima y Jalisco, de 1926 a 1929. 

Fue en aquellos años cuando tuvo lugar un suceso que enorgullece a algunos apologistas católicos. Me refiero al niño José Sánchez del Río, miembro de la ACJM de Sahuayo, Michoacán, quien se incorporó a las fuerzas cristeras a la edad de 13 años. El 5 de febrero de 1928, en pleno combate, soldados federales mataron el caballo de su jefe, circunstancia que llevó al pequeño José a ofrecer su cabalgadura para que aquél escapara, considerando que la vida de su superior era de más utilidad a la causa que la suya. El jefe cristero, en vez de intentar salvar la vida del menor, salvó la suya, abandonando a merced del enemigo al niño, quien al ver que su jefe emprendía la huida tomó el fusil y comenzó a disparar contra el enemigo hasta que agotó sus balas.

El Estado mexicano está obligado a trabajar más y mejor si busca impedir que en nuestro país se vuelvan a repetir este tipo de violaciones a los derechos humanos de los niños.

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