jueves, 14 de marzo de 2013

EL NUEVO PONTÍFICE ROMANO

Armando Maya Castro

El cardenal Jorge Mario Bergoglio con el dictador Jorge Rafael Videla.

Ayer, a las 7:06 de la noche (tiempo de Italia), el humo blanco indicó a los congregados en la plaza de San Pedro, así como a los católicos esparcidos por todo el mundo, que los 115 cardenales electores, encerrados en la Capilla Sixtina desde el día 12 de marzo, eligieron al nuevo papa y jefe del Estado Vaticano.

Se trata del jesuita Jorge Mario Bergoglio, quien  nació en la ciudad de Buenos Aires, Argentina, el 17 de diciembre de 1936. Francisco es el primer papa jesuita en la historia del catolicismo y el primer latinoamericano en ocupar la silla papal. Hasta el día de su elección, se desempeñó como arzobispo primado de Buenos Aires, teniendo como antecedentes el apoyo otorgado a la dictadura militar y su oposición al gobierno de Néstor y Cristina Kirchner. 

En octubre de 2006, Jorge Bergoglio y Nestor Kirchner se enfrascaron en un agrio debate, lanzándose ataques mutuos. El actual papa, en referencia a Kirchner, dijo a una multitud de jóvenes peregrinos reunidos en Luján: "no queremos al demonio", que "siembra divisiones" y "promueve el odio". En su respuesta, Kirchner invitó a la Iglesia católica a realizar una autocrítica de su actuación en la dictadura militar. La insistencia del vocero de Bergoglio llevó a Kirchner a advertir: "Cuidado, argentinos, porque el diablo no sólo se mete entre los hombres que usamos pantalones. También está entre las sotanas. El diablo penetra por todas partes".  

Sobre la autocrítica recomendada por Kirchner a Bergoglio, deseo recordar primero los amargos acontecimientos del régimen dictatorial, los cuales comenzaron el 24 de marzo de 1976, fecha en que Jorge Rafael Videla y los militares Eduardo Massera y Héctor Agosti encabezaron un golpe de Estado bajo el nombre de Proceso de Reorganización Nacional. Desde entonces, y hasta el 10 de diciembre de 1983, el poder quedó en manos de una junta militar integrada por los jefes del ejército y la aviación, y presidida por Videla, quienes aplicaron “una política económica liberal, estrechamente ligada con los centros financieros internacionales”.

Esta junta militar, hay que decirlo, desplegó una estrategia de dominio sobre la población bajo la forma de terrorismo de Estado; suprimió los sindicatos, prohibió los partidos políticos, al tiempo que anunciaba una guerra contra los adversarios políticos del nuevo régimen. Entre las víctimas de la dictadura militar se cuentan clérigos, artistas, empleados, periodistas, obreros, estudiantes, amas de casa, etcétera.

La historia de la Iglesia católica en ese lapso es “de contradicciones, negaciones y complicidades”. El clero minimizó las violaciones de los derechos humanos y los excesos cometidos por la junta militar. Lo importante para la jerarquía católica eran las leyes que en ese tiempo se emitieron, las cuales le otorgaron diversos privilegios: sueldo para el cardenal Jorge Bergoglio y becas para los futuros sacerdotes católicos porteños. Los autores del libro “Guía de la Diversidad Religiosa de Buenos Aires” (Volumen 2) afirman que estas prerrogativas no vienen de toda la vida, “sino que se hizo ley con un decreto del dictador […] de asignación mensual a dignatarios católicos (ley 21.950 firmada en 1979 junto a José Martínez de Hoz), la ley 22.161 de 1980 sobre asignación mensual a curas párrocos de frontera y la 22.950 de octubre de 1983 firmada por el dictador Reynaldo Bignone a fin de apoyar el «sostenimiento para la formación del clero de nacionalidad argentina»”. 

En el libro "El silencio. De Paulo VI a Bergoglio. Las relaciones secretas de la Iglesia con la ESMA", Horacio Verbitsky demuestra "la existencia de complicidades entre la jerarquía católica argentina y las Fuerzas Armadas, más específicamente con la Marina, dirigida en aquel entonces por el almirante Emilio Massera". Francisco Colom González, en su libro "El Altar y el Trono: Ensayos Sobre el Catolicismo Político Iberoamericano" explica que "Massera patrocinó el centro de detenciones que funcionó en la Escuela Mecánica de la Armada y fue condecorado en 1977 con el título de Doctor Honoris Causa por la Universidad del Salvador de Buenos Aires". En seguida, el citado autor agrega: "Esta universidad está patrocinada por la Compañía de Jesús, cuyo superior para la Argentina en ese momento, Jorge Bergoglio, es en la actualidad cardenal de Buenos Aires".

El sociólogo Fortunato Horacio Mallimaci ha criticado también al ahora pontífice romano, afirmando que “la historia lo condena: lo muestra como alguien opuesto a todas las experiencias innovadoras de la Iglesia y sobre todo, en la época de la dictadura”. Estos antecedentes nos llevan a preguntarnos: ¿podrá llevar a cabo el nuevo papa la tan esperada reforma de la curia romana?  Eso está por verse. 

@armayacastro

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