sábado, 7 de abril de 2012

LOS CONGRESOS LOCALES Y LA REFORMA DEL ARTÍCULO 24


Por Armando Maya Castro


                                  Cuando se teme a alguien es porque a ese alguien le hemos concedido poder sobre nosotros

Hermann Hesse

Pocos políticos mexicanos han ejercido sus cargos sin miedo a las amenazas de excomunión que suele lanzar el clero católico contra los servidores públicos que se niegan a apoyar sus pretensiones monopólicas. Quienes han ignorado dichas amenazas, así como las críticas públicas del clero, figuran en la historia como los grandes hombres y mujeres de México. Un político que gobernó por encima de estos temores fue Don Benito Juárez, quien se atrevió, con la fuerza de la ley, a limitar los intereses temporales del clero, sus fueros y privilegios, así como sus ambiciones mundanas y preponderancia en los negocios públicos.

Actualmente, algunos políticos, por temor a los ataques de los jerarcas católicos, han preferido quedar bien con éstos, antes que con la ciudadanía. Mi afirmación se basa en las recientes declaraciones de Tonatiuh Bravo Padilla, rector del Centro Universitario de Ciencias Económico Administrativas (CUCEA), quien habló así de la razón por la que fue aprobada la reforma del artículo 24 constitucional: “De no haberla aprobado podría haber traído consecuencias de manifestación de parte de la Iglesia católica principalmente y los partidos involucrados no quisieron recibir esa andanada de críticas por parte de ese sector de la Iglesia”.

De acuerdo con estas declaraciones, la mayoría de los legisladores de las cámaras legislativas que conforman el Congreso de la Unión aprobaron la citada reforma por temor a las críticas del clero, no porque estuvieran convencidos de que el pueblo de México la necesita. Si las cosas son como ha declarado Bravo Padilla, o si –como sostienen otras voces– aprobaron la reforma por compromisos pactados previamente con el Vaticano a cambio del apoyo de la Iglesia católica en las próximas elecciones, el comportamiento de los legisladores federales es indigno y deja mucho que desear. 

Los mexicanos esperamos que los diputados de los 31 congresos estatales cumplan su deber con altura de miras, apartándose no únicamente de la dinámica de distribución de cuotas de partido, sino también de la presión de los grupos de poder fáctico que, sin lugar a dudas, buscarán la aprobación de una reforma que favorece en exclusiva a la Iglesia católica. Nadie duda del intenso cabildeo que han estado realizando el clero y la ultraderecha yunquista en todas las legislaturas locales para lograr la aprobación de la reforma del artículo 24 constitucional. Sin embargo, confiamos en que los diputados de las legislaturas estatales habrán de escuchar los argumentos de miles de ciudadanos que pueden demostrar que la intencionalidad de la reforma es otorgar privilegios a la Iglesia católica. 

Los mexicanos necesitamos políticos que sean capaces de construir, pero también de preservar lo que otros construyeron en el pasado. Requerimos funcionarios públicos que sirvan al pueblo sin timidez, dedicados a favorecer no sólo a un grupo determinado, sino a la nación entera. Los políticos tímidos e interesados, decía Thomas Macaulay, “se preocupan mucho más de la seguridad de sus puestos que de la seguridad de su país". Otros, lamentablemente, se preocupan más de la seguridad de la Iglesia a la que pertenecen, olvidando que en un Estado laico como el nuestro, el bienestar y los intereses del pueblo deben estar por encima de los intereses particulares y de grupo.

Los congresos estatales deben rechazar la reforma del artículo 24 constitucional porque los dictámenes de las cámaras legislativas se contradicen entre sí, lo que es muy preocupante por tratarse de una reforma constitucional tan importante. ¿Dónde está tal contradicción? Mientras que el Dictamen de la Cámara de Diputados afirma como propósito de la reforma del artículo 24 el desmantelamiento del Estado laico, el del Senado de la República niega tal intención, al decir: “… el propósito de la reforma del artículo 24 constitucional de ninguna manera sugiere ni requiere abrir el camino para futuras reformas a los preceptos que son la base del Estado laico mexicano”. (Cfr. Dictamen de la Cámara de Senadores, p. 9).

Foro Cívico México Laico plantea las siguientes tres preguntas a los diputados de las legislaturas locales de los 31 estados de la República Mexicana: “¿Cuál es la real intención de esta reforma? ¿Procede aprobar una reforma constitucional, respecto de la cual hay propósitos antagónicos entre la Cámara de Diputados y la de Senadores? ¿Cuál intencionalidad prevalecerá: la de los Diputados o la de los Senadores?”

Asimismo, el citado organismo pide a los congresos estatales requerir “a las Cámaras federales conciliar primero sus dictámenes”, teniendo presente que “lo que está de por medio con esta reforma constitucional son los derechos fundamentales y el Estado laico”. Es evidente que la intencionalidad que al final prevalecerá será la del Dictamen de la Cámara de Diputados, pues aunque la Cámara de Senadores asegure que el artículo 3° no será modificado, la reforma de dicho artículo tendrá que hacerse por la razón que nos da Foro Cívico México Laico: “En efecto, la fracción I del artículo 3º constitucional dispone: “I. Garantizada por el artículo 24 la libertad de creencias, dicha educación será laica y, por tanto, se mantendrá por completo ajena a cualquier doctrina religiosa”. Pero toda vez que con la reforma del artículo 24 desaparecerá la «libertad de creencias», y en su lugar se consagrará la «libertad de religión», por congruencia de texto se tendrá que reformar también el artículo 3º. De no hacerlo, en el artículo 3° se haría referencia a una libertad que ya no estaría contemplada por el artículo 24: la «libertad de creencias», lo que generará una incoherencia constitucional”.

Por esta razón, la voz de millones de mexicanos se alza a lo largo y ancho de México para pedir a las legislaturas estatales su contundente rechazo a la reforma del artículo 24 constitucional.

Twitter: @armayacastro

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